martes, 24 de septiembre de 2013

JORIS-KARL HUYSMANS - LA MAQUILLADORA

Joris-Karl Huysmans (1848-1907), fue un escritor francés, cuya obra se centra en el disgusto por la vida y el pesimismo, además de ser considerado como un partidario del simbolismo, como la mayoría de escritores franceses de la época (S. XIX y XX). Kaosmot's Arte les comparte el siguiente cuento:



LA MAQUILLADORA

Una hermosa mañana, el poeta Amílcar se encasquetó su sombrero negro, un sombrero famoso, de altura prodigiosa, de envergadura insólita, con partes llanas y hendeduras, arrugas y abolladuras, rajas y magulladuras; introdujo en el bolsillo, sito por debajo de su tetilla izquierda, una pipa de arcilla de largo cuello, y se dirigió hacia el nuevo domicilio de un amigo suyo, el pintor José. Lo encontró recostado sobre una cascada de cojines, con la mirada melancólica y el rostro descolorido.

-¿Estás enfermo? -le dijo.

-No.

-¿Te encuentras bien entonces?

-No.

-Estás enamorado.

-Sí.

-¡Hombre! y ¿de quién? ¡Dios santo!

-De una china.

-¿De una china? ¡Estás enamorado de una china!

-Estoy enamorado de una china.

Amílcar se dejó caer sobre la única silla que amueblaba el cuarto.

-Pero, en fin -clamó cuando estuvo de vuelta de su estupor- ¿dónde has encontrado a esa china?

-Aquí, a dos pasos, detrás de esa pared. Mira, la seguía una noche, supe que vivía aquí con su padre, alquilé el cuarto contiguo al suyo, le escribí una carta a la que no ha contestado aún, pero he sabido su nombre por la portera: se llama Ophélie. ¡Oh! ¡si supieras qué bella es! -exclamó mientras se levantaba-; tiene una tez de naranja madura, una boca tan rosa como la carne de las sandías, y unos ojos negros como el azabache.

Amílcar le apretó la mano con expresión desolada y fue a comunicarle a sus amigos que José había enloquecido.

Apenas hubo franqueado la puerta, este hizo en la pared un pequeño agujero con un taladro y se puso al acecho, esperando poder ver a su dulce deidad. Eran las ocho de la mañana, y no había ningún tipo de movimiento en el cuarto vecino; estaba empezando a desesperarse cuando escuchó un bostezo, se oyó un ruido, el ruido que produce un cuerpo al bajarse de la cama, y una joven apareció en el círculo que su ojo podía abarcar. Recibió un tremendo golpe en el estómago y estuvo a punto de desfallecer. Era ella y no era ella; era una francesa que se parecía, todo lo que una francesa puede parecerse a una china, a la chica amarilla cuya mirada lo había trastornado. Y, sin embargo, eran los mismos ojos mimosos y profundos, pero la piel estaba mate y pálida, el rojo de sus labios se había apagado; es decir, ¡que era una europea! Descendió la escalera precipitadamente.

-¿Ophélie tiene una hermana? -preguntó a la portera.

-No.

-¿Entonces no es china?

La portera rompió a reír: «¡Cómo que no es una china! ¡Ah, pues! ¿Tengo yo una cara como la suya, yo que no nací en China?» prosiguió el viejo monstruo mirando su piel arrugada en un espejo empañado. José permanecía de pie, despavorido, alelado, cuando una voz potente hizo temblar los cristales de la portería: «¿Está la señorita Ophélie?» José se dio la vuelta y vio frente a él, no el rostro de un viejo reitre, como parecía indicar la voz, sino el de una vieja, hinchada como un odre, con enormes gafas a horcajadas sobre la nariz, y la boca dibujando en el abotargamiento de las carnes caprichosos zigzags. Tras la respuesta afirmativa de la portera, la mujer subió, y José se percató de que llevaba en una mano una bolsa de hule. Le siguió los pasos, pero la puerta se cerró tras ella; entonces él se precipitó hacia su cuarto y pegó el ojo al agujero que había practicado en el tabique.

Ophélie se sentó, dándole la espalda, ante un gran espejo, y la mujer, tras haberse deshecho de su tartán, abrió su bolsa y sacó de ella gran número de pequeñas cajas de difuminos y de brochas. Luego, levantando la cabeza de Ophélie como si quisiera afeitarla, extendió con un pincel sobre la cara de la joven una pasta de un amarillo rosado, cepilló suavemente la piel, amasó un trocito de cera ante el fuego, rectificó la nariz, adecuando el color al de la cara, soldando con un blanco lechoso el trozo artificial de la nariz con la carne verdadera; finalmente cogió sus difuminos, los pasó por los polvos de las cajas, extendió una ligera capa de un azul pálido por debajo de los ojos negros que parecieron hundirse y alargarse hacia las sienes. Una vez terminada la sesión de maquillaje, retrocedió un poco para juzgar mejor el efecto logrado, movió a un lado y a otro la cabeza, regresó junto a su obra que retocó, recogió sus utensilios, y después de haber apretado la mano de Ophélie, salió respirando ruidosamente

José permanecía inerte, con los brazos caídos. ¡Ah, pues! ¡Se había enamorado de un cuadro, de un disfraz de baile de máscaras! Terminó no obstante por recuperar los sentidos y corrió en busca de la maquilladora. Se encontraba ya en el extremo de la calle; empujó a los transeúntes, corrió entre los coches y finalmente la alcanzó:

-¿Qué significa todo esto? -gritó- ¿quién es usted? ¿Por qué la transforma en china?

-Yo soy maquilladora, mi querido señor; aquí tiene mi tarjeta; estoy a su servicio si necesita algo de mí.

-¡Ah! ¡No me interesa su tarjeta! -gritó el pintor jadeante-. Se lo ruego, explíqueme el motivo de esta comedia.

-¡Oh! si quiere saberlo y es suficientemente amable como para ofrecerle a esta pobre vieja un vasito de ratafía, le contaré con todo detalle por qué vengo todas las mañanas a pintar a Ophélie.

-Vamos -dijo José, introduciéndola en un bar e instalándola en la silla de un reservado- aquí tiene su ratafía, hable.

-Le diré en primer lugar -dijo la mujer- que soy una maquilladora muy competente; por lo demás, como ha podido ver... A propósito, ¿cómo ha visto usted?...

-Eso no importa, no le incumbe, continúe.

-¡Pues bien! Como le iba diciendo, soy una maquilladora muy competente, y si por casualidad usted...

-¡Al grano! ¡al grano! -gritó José furioso.

-¡No se exalte! Ya sabe que la ira...

-¡Me estás calentando, miserable! -gritó el pintor, que sentía en aquellos momentos unas tremendas ganas de estrangularla-. ¿Vas a hablar de una buena vez?

-¡Ah! perdón, joven; pero no sé por qué se toma la libertad de tutearme y de llamarme miserable; le advierto que si...

-¡Ah! Dios mío -gimió el pobre chico dando un zapatazo- hay motivos para volverse loco.

-Vamos a ver, joven, cállese y continuaré; sobre todo, no me interrumpa -añadió mientras degustaba su vaso-. Le estaba diciendo, pues...

-Que es usted una maquilladora muy competente; sí, ya lo sé, tengo su tarjeta; pero sigamos: ¿Por qué Ophélie hace que la pinte como una china?

-¡Dios mío, qué impaciente es usted! ¿Conoce al hombre que vive con ella?

-¿A su padre?

-No. En primer lugar, no es su verdadero padre, sino su padre adoptivo.

-¿Es chino?

-En absoluto; tan chino como usted y yo; pero vivió mucho tiempo en el Tibet e hizo fortuna allí. Este hombre, que es bueno y honesto, le confesaré incluso que se parece a mi difunto que...

-Sí, sí, ya me lo ha dicho.

-¡Bah! -dijo la mujer mirándolo con estupor- ¿Yo le he hablado de Isidore?

-Por favor, dejemos a Isidore en su tumba, tómese su ratafía y prosiga.

-¡Vaya! Es gracioso; creo no obstante que... En fin, no importa, le estaba diciendo que era un hombre bueno y digno. Se casó allá con una china que lo abandonó al cabo de un mes de matrimonio. Estuvo a punto de volverse loco porque amaba a su esposa, y sus amigos tuvieron que hacerle regresar a Francia lo antes posible. Se restableció poco a poco y una noche encontró en la calle, desfalleciente de frío y hambre, a punto de entregarse por un trozo de pan, a una joven cuyos ojos tenían la misma expresión que los de su esposa. Se le parecía incluso en tamaño y estatura; fue entonces cuando él le propuso dejarle toda su fortuna a cambio de que aceptara que la maquillaran cada mañana. Vino a buscarme, y cada día a las ocho, yo la disfrazo; él llega a los diez y almuerza con ella. Desde el día que la recogió no la ha vuelto a ver tal y como es en realidad. Eso es todo. Ahora me voy porque tengo trabajo. Buenos días, señor.

Él permaneció embrutecido, inerte, sintiendo que se le escapaban las ideas. Volvió a su casa en un estado deplorable. Amílcar llegó entre tanto, acompañado de un amigo que era médico. Tuvieron que realizar grandes esfuerzos para hacer salir de su aturdimiento al infortunado José, que no hablaba sino de arrojarse al Sena.

-¡No merece la pena ahogarse por tan poca cosa! -dijo detrás de ellos una vocecita áspera-. Soy Ophélie, papaíto, y no soy tan cruel como para dejarlo morir de amor por mí. Aprovechemos, si le parece, la ausencia del viejo para ir a recorrer sederías. Tengo ganas de un vestido; lo autorizaré a que me lo regale.

-¡Oh, no! -gritó el pintor, profundamente sublevado ante esta especie de mercado-. Estoy curado para siempre de mi amor.

Escuchar semejantes palabras saliendo de la boca de su bien amada le produjo el mismo efecto que una ducha de agua fría sobre la cabeza. Observó el poeta Amílcar que descendió por la escalera y, mientras caminaba, rimó un soneto que envió al día siguiente a la hermosa joven, con este título algo satírico: ¡Oh! Flor de nenúfar!

FIN
***


Le Drageoir aux épices, 1874. Traducción de Esperanza Cobos Castro: relatosfranceses.com.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

SYLVIA PLATH - ARIEL

(Trad. Diana Gómez).

Estasis en la oscuridad.
Luego el insustancial azul
corre a través del tolmo y de las distancias

Leonas de Dios,
¡cómo uno crecemos,
eje de talones y rodillas! –El surco

se divide y pasa, hermana del
arco pardo
del cuello que no puedo atrapar,

negro-ojo
bayas lanzan oscuros
anzuelos–

bocados de dulce sangre negra,
sombras.
Algo más

Me transporta a través del aire
muslos, cabello;
Peladuras de mis talones.

Blanca
Govida, yo curo
Manos muertas, muertas severidades.

Y ahora yo
espumo el trigal, un destello de los mares.
El llanto del niño

se  funde en el muro.
Y yo
soy la flecha,

el rocío que vuela
suicida, unido al brío
en el rojo


Ojo, el caldero de la mañana. 

martes, 17 de septiembre de 2013

JOUMANA HADDAD (Líbano)


Joumana Haddad, es una poeta y periodista libanesa de 42 años, refleja en sus escritos los temas que implican vivir en el mundo árabe, especialmente el sometimiento de la mujer; en una entrevista habla del mundo, de su mundo: 

"El mundo árabe es un mundo que vive una gran esquizofrenia desde hace dos siglos. Es un mundo donde no puedes decir lo que piensas, no puedes vivir lo que dices y tampoco puedes vivir en público lo que vives en secreto. Esta duplicidad absurda te transforma en una criatura esquizofrénica, poco auténtica. Una de las razones de esta dualidad son esos tabúes absurdos que estamos viviendo en el mundo árabe, impuestos por la religión o por los regímenes dictatoriales."


Aquí les presentamos algunos de sus poemas:

Árbol azul

Cuando tus ojos se encuentran con mi soledad
El silencio se convierte en frutas
Y el sueño en temporal
Se entreabren puertas prohibidas
Y el agua aprende a sufrir.

Cuando mi soledad se encuentra con tus ojos
El deseo sube y se derrama
A veces marea insolente
Ola que corre sin fin
O savia cayendo gota a gota
Savia más ardiente que un tormento
Comienzo que nunca se cumple.

Cuando tus ojos y mi soledad se encuentran
Me entrego desnuda como la lluvia
Generosa como un seno soñado
Tierna como la viña que madura el sol
Múltiple me entrego
Hasta que nazca el árbol de tu amor
Tan alto y rebelde
Tan rebelde y tan mío
Flecha que vuelve al arco
Palmera azul clavada en mis nubes
Cielo creciente que nada detendré.

(Traducido por Joumana Haddad)

Tu país, esa noche ardiente

1

¿Quién eres extranjera?
Tus máscaras borrando los rasgos de tormentos
son tu ventana ciega.
Con la avidez del relámpago robas el sueño
y de la lujuria de tus sueños te estremeces
Entregada al infierno de la carne,
tu fisura se abre sobre el vaso.
Cómo puede reposar tu soledad al fondo del corazón
a pesar de los días que hormiguean de nombres,
cómo puede revestir tu tristeza los párpados
y tu tarde profunda arrancar la mirada de la sima?

2

¿Quién eres tú, extraño recuerdo a la caricia,
raíces extrañas a la huida,
relajamiento oscuro como la densidad de la nube,
recogimiento semejante a sí mismo?

Tu carne vida se sacia en su deseo
desierto extasiado en su arena sedienta.
Estrecha es tu tierra estrecha,
pero más vasta que el torso del amante.
Y una gota de tu desnudez basta
para que llueva la luna.

3

No te engendré un árbol,
ninguna estación te maduré.
Tus puertas están cerradas
pero tú eres tierna como un placer que se abre.
Tu cabeza
en lo profundo
en lo profundo
se impregna de imágenes.

4

Tu cielo, que permanece alto,
endulza el aburrimiento,
lo rocía de un gusto vencido,
tal el horizonte que sabe.

Di cómo tu imaginario guarda la esencia,
cómo al alba se cicatrizan tus deseos
y encienden tu sed de desnudo.
¡Cómo puede tener para cada salida del sol
su cuchillo, extranjera,
cómo te atreves!
  
5

Te pierdes en tu noche
y en los lugares de paso,
en cuanto a tu sombra ella busca tus manos múltiples
y oscila contigo bajo el arco de la voluptuosidad.
Extranjera tú eres
y tu lo sabes,
tú te rompes sobre tu reflejo,
después esperas la conclusión del viaje.

6

Tu país es esta noche ardiente
y no hay soles para apagarla.
Tus brazos ebrios bailan al borde de la presencia
cada vez que una mano se dispone a partir.

Tu país no tiene nombre,
ni fin tampoco.
Tu alma, cada vez que se acerca el instante de llegada
lo aleja.

7

Tú llevas tu soledad que corre en las llanuras
en busca de pájaros para el bosque
Tu soledad ligera
tal un seno que no ha atravesado el umbral de lo imaginario.

¿Dónde apoyas tu estrella cuando las tinieblas te tocan,
dónde brillas, astro peregrino?

8

Tu palidez te guarda, extranjera en desorden
y en la sombra tus rostros deshechos te esperan,
tu humor alfombra el sendero secreto
y en la noche tu alma
llora la realización de su delirio.
Las tristezas no son tu manantial.
Tampoco son el estuario,
sino el viaje que hace el oro del alma.
  
9

¿Extranjera, alma mía, quién eres?
Se te toma por la rebelde,
y no eres más que lubricidad que se traspasa.
Lo que se toma por rechazo
no es más que el vértigo del extravío.
Y el exceso de las máscaras borra tu rostro.

 (Traducido por José Luis Reina Palazon)


Cuando me hice fruta

Hombre y mujer fui concebida bajo la sombra de la luna,
Pero Adán fue sacrificado en mi nacimiento,
Inmolado a los mercenarios de la noche.
Y para colmar el vacío de mi otra esencia
Madre me bañó en aguas del misterio,
Me instaló en la orilla de cada montaña,
Moldeó la luz y la penumbra
Para hacer de mí mujer-centro y mujer-lanza,
Traspasada y gloriosa,
Ángel de los placeres innominados.

Extranjera crecí y ninguno cosechó mi trigo.
Diseñé mi vida en una hoja blanca,
Manzana a la que ningún árbol dio a luz.
Y la horadé y salí,
En parte vestida de rojo y en parte de blanco.
No solo estuve en el tiempo o fuera de él
Porque maduré en los dos bosques
Y recordé antes de nacer
Que soy un tumulto de cuerpos,
Que dormí largo tiempo,
Que viví largo tiempo,
Y cuando me hice fruta
Supe
Lo
Que
Me
Esperaba.

Pedí a los magos que cuidaran de mí,
Y entonces me llevaron consigo.
Dulce era mi risa
Azul mi desnudez
Tímido mi pecado.
Volaba sobre la pluma de un ave
Y me hacia almohada a la hora del delirio.
Cubrieron mi cuerpo de amuletos,
Y untaron mi corazón con la miel de la demencia.
Protegieron mis tesoros
Y los ladrones de mis tesoros,
Me obsequiaron historias y silencios,
Desataron mis raíces.

Y desde aquel día me voy
Me hago nube de cada noche
Y viajo.
Soy la única en decirme adiós
La única en acogerme.
El deseo es mi camino y la tormenta mi compás.
En el amor no echo anclas.
Gemela de las mareas,
De la ola y de la arena
Del candor y de los vicios de la luna,
Del amor
Y de la muerte del amor.
Durante el día mi risa es de los otros
Y la cena solo a mí me pertenece. .
Quien sabe mi ritmo me conoce
Me sigue
No me alcanza.

(Traducido por Joumana Haddad)


Dueto

-Tus ojos han tejido una luz extraña en mi mirada.
-Es que has despertado el bosque y los marinos del bosque.
-Hace azul, ¿Dónde estoy?
-En mis brazos. Allí donde tu río se incendia.
-¿Y esta luna sobre mi cuello?
-Es mi noche que quiere sellar tu piel.
-¿Comienzo?
-Comienzos.
-¿Y por qué te abres los párpados cerrados?
-Para mejor ver tu prisa salpicar mi espera. Para oír a nuestros labios despegar.
-Tú y yo, vuelo de gritos.
-Tú y yo, alas migratorias del poema.
-Seré para ti el pájaro y el cazador.
-No me vencerás: yo me ofreceré a tu fusil.
-Lo plantaré en tu corazón hasta la conquista.
-No es más que perdiendo que se merece el viaje.
-¿Cómo llegar? Tú tienes el cuerpo numeroso de la ilusión.
-¿Por qué llegar? Sé la mano duradera de los fantasmas.
-Tus caderas, pórticos del purgatorio de los perezosos.
- Mis caderas, barrotes de la prisión que libera.
-Mujer tengo sed, viértete.
-Que tus nombres te abreven: ellos perlan sobre mis labios.
-Dejaré a los pecadores llegar hasta ti.
-Pero el violín queda cerrado. ¿Sabrás desbotonarlo?
-Aprenderé. Lo sacudiré como a un árbol hasta hacer fluir todas sus músicas sobre mi lengua. Lo trabajaré como un artesano su oro, como el depravado su condena.
Lo aprenderé.
-¿Y me harás tuya, bandido?
-Sin cesar y nunca.
-Amo el estremecimiento que arrancarás de mi garganta.
-Entonces ven. El vino retrocede sin ti.

(Traducido por José Luís Rein)

Tengo un cuerpo

Yo tengo un cuerpo que aguarda en el lecho del mar.
Como un volcán es mi cuerpo,
el agua entibia su cráter
para que no llegue el placer antes de que el amor llegue.
Tengo un cuerpo ignoto.
Puede ser un   grano de arena
o un pez rojo
o la perla en su concha.
Hallaré su sabor
con dos labios que abrasan
y una lengua que absorbe,
y ese sonido de lava
semejante a penetrar en el Edén.

En el fondo del mar,
dentro de burbujas de deseo,
un cuerpo tengo para ti, mi amado,
y una mañana tengo y una eternidad contigo:
Un mañana en que vendrás a mí,
La eternidad en que destrozarás la coraza,

con toda la lentitud que deseo
y tú eres capaz.


(Trad.: Juan Ramón Mansilla, de la versión inglesa de Issa Boullata)

lunes, 16 de septiembre de 2013

KAOSMOT'S ARTE AGRADECE



Muchas gracias por participar en nuestra convocatoria.
A quienes nos hicieron llegar su material les estaremos enviando, vía correo electrónico, los tiempos estipulados para la publicación y lanzamiento. Estén atentos.

Si desean más información no duden en escribirnos: revistakaosmots@outlook.com