Esta segunda convocatoria de K- fue bastante fructífera. En esta extensa, pero sobresaliente entrada, les presentamos las producciones de nuestros visitantes. Hay cosas para todos los gustos. Bienvenidos y muchas gracias por el apoyo y el interés: Dynamo (la banda sonora de Macondo); Julián Castaño, Andrés Ramirez, Tatiana Rodriguez, Isabella Robles; Niña Veneno, Luis FelipeVélez, Yenipa Mosher; Diana Montes, Juan Gómez (hablanteparlante); Julián David Álvarez, Aleja Duque.
MÚSICA
"Dynamo es el resultado de la unión de cuatro talentosos artistas barranquilleros comprometidos con la creación de una nueva opinión acerca de cómo debe ser la música que ambienta la vida de los jóvenes contemporáneos, para tal emprendimiento han encontrado en el maestro Lisandro Meza un pilar sobre el cual edificar una propuesta con identidad cultural sustentada en las músicas tradicionales del Caribe Colombiano en fusión con ritmos universales.
Inician su producción en el año 2007, por iniciativa de Rafael Guerrero (voz), quien con su habilidad de composición y locución logró el apadrinamiento del reconocido canta-autor colombiano, el Maestro Lisandro Meza.
Bajo el sello de Café Records Colombia, Rafael Guerrero emprende la búsqueda de talentos que hicieran de sus composiciones magia musical que llegara al oído del pueblo. Es así como suben a la embarcación Mijail Celín y los hermanos Márquez, Robiro y Yesid.
Completa la tripulación, zarpan por los océanos musicales, llevando tesoros que solo quien vive en fantasía puede disfrutar". Dice Rafael, lider de la agrupación.
En los siguientes enlaces/espacios puede encontrar su música, disfrutarle y sumarse a esta tripulación tropical.
http://www.facebook.com/pages/Dynamo/134440906600067
http://soundcloud.com/dynamofusioncaribe
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POESÍA
Por: Julián Andrés Castaño Cortés
UN MOMENTO MÁS
Una noche más
En la que no duermo,
Una noche más
En la que te pienso,
Sólo es una noche más
Para mis tormentos
Porque estas muy lejos.
Un momento más
Lleno de sufrimientos,
Un momento más
Dentro de mis pensamientos,
Un momento más
Lleno de recuerdos
Que alimentan mi sufrimiento.
Es sólo un momento más
En esta eterna noche
Donde mis pensamientos
Fluyen en derroche
Aun con el temor
De entregarte
Todo mi amor.
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PENSAMIENTOS
Pensamientos volátiles,
Pensamientos cobardes,
Pensamientos de miedo,
Pensamientos dementes,
Pensamientos incómodos,
Pensamientos sin vida,
Simples pensamientos.
Cada uno
Una locura,
Cada uno
Una verdad,
Cada uno
Sin censura,
Cada uno
Una realidad,
Pero…
Pensamientos
De amor
O tal vez de temor,
Quizás de felicidad
O tal vez de soledad,
Pero son mis pensamientos
Pensamientos de un loco.
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Por: Andrés Ramirez
LUCIÉRNAGA
I
Acaso están empezando a aparecer
gracias a la luciérnaga
el búho
sin su canto
en la rama del árbol
el torcido sendero
de indómito jardín
sin previas señales
en la brevedad
de su bellísima
luz
queda planteado el acertijo
claro
II
No es comparable
su luz
fulgor mágico
allí
allá
en todas partes
su brevedad
es permanencia
acaso
la mano
blanca y pura
simple
como una flor
bella
III
Difícil es
tocar a la luciérnaga
se necesita
el gesto antiguo
para que tímidamente
se acerque
y comience a revelar
lo que de ningún otro modo
aparece
borroso
claro
pero reconocible
IV
De dónde
la magia de su fulgor
sino de su presencia
que
aunque semejante a otras
permanece
allí
allá
en todas partes
quizá por su simpleza
de flor
o por su pureza
de mano blanca
que guía
en el torcido sendero
de indómito jardín
hacia una transformación
no hacia algo nuevo
sino hacia lo mismo
pero de más duración
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Por: Tatiana Rodriguez
RULETA, JUGAR, MATAR
La palidez de tu cara
De tus manos
Frías y blancas
De tus pensamientos detenidos
Cada vez más retirados de este invierno
La palidez de tus ojos cerrados
Como la flor a la madrugada
De tu vida que se des
Li
za
En un suave rumor
Como un niño en su Ruleta de jugar
Ruleta de matar
Ruleta de una sola bala
Bala pasando y traspasando tu vida
Llena de… no. No sé de qué…
Tal vez de locura, de eterna locura, amén.
… en el suave sueño del no despertarse
EN TIEMPOS DE CRUCES
Que no cruce,
esos manes andan en cruces
Que no cruce
La frontera X,
La frontera Y,
Un porrito a la vida
Un porrito de verdad
Ando en zona de paz… pax, pax, pax
Las cabecitas corren de aquí para allá
Te queremos mucho pero
A esa hora no podes andar.
Un porrito a la vida
Un porrito de verdad.
DESEO
Paso mi lengua por tu cintura
ba
rri
Hacia a
Hacia a
ba
jo
Te saboreo
Luego sé de qué estás hecho.
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Por: Isabella Robles Pinzón
HÉROE
Justo cuando mis esperanzas estaban a punto de suicidarse,
Cuando mis sueños se derrumbaban porque no supe construirlos,
Cuando mis versos vomitaban palabras vacías,
Cuando mi paz lloraba de desesperación,
Cuando el silencio se reía de mí,
Cuando mi sonrisa parecía haber sido amputada de mi cara,
Cuando mis ilusiones habían sido despiadadamente aplastadas por la monotonía de los días grises y fríos,
Cuando todo lo encontraba perdido y mis ojos no podían estar más tristes,
Cuando mi tiempo no tenía que ser distribuido porque todo daba lo mismo,
Cuando terminé por adaptarme al dolor de una guerra perdida;
En ese preciso momento, cuando mis manos alcanzaban a palpar la soledad,
Cuando las cosas que en algún momento me importaron yacían esparcidas sobre el suelo y a mi corazón solo lo llenaba el vacío;
En ese crítico momento apareciste tú y fue como colocar una vela en un cuarto oscuro, como encontrar el antídoto a una enfermedad incurable…¡y así resurgí! ¡Y así volví a ser! Así de simple todo mi universo se transformó…
Solo bastó con escuchar tu voz…¡¡TÚ ME SALVASTE!!
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RELATOS / CUENTOS
Por: Niña Veneno
DEBAJO DE LA MESA
La pequeña Zoe entró al baño, se sentó en la taza y esperó a oír el hilo de orina hacer contacto con el agua. Se relajó, jugaba a mover los pies, que no llegaban al suelo, mientras se desprendía de la presión en los esfínteres. Hizo rodar un poco el rollo de papel higiénico con un suave toque de sus dedos cuando la puerta se abrió. No le dio tiempo a reaccionar, se quedó inmóvil con una de las manos contra las mayólicas del diminuto baño de visitas. Las mayólicas eran celestes al igual que el resto de cosas allí, incluido el corriente papel higiénico marca Suave.
La que entró era Amanda, quien a diferencia de Zoe logró con eficiencia cerrar la puerta del baño. Se quedó parada mirando la escena con una sonrisa juguetona en los labios, cogida de la pared cubierta de mayólicas que estaban frías al contacto con su piel, y jugando con la punta de su pie derecho en una de las grietas del suelo divertida ante la expresión de pudor de Zoe.
La pequeña Zoe había notado a Amanda al llegar a la fiesta. A diferencia de ella, Amanda no era tímida, bailaba y comandaba a los demás niños al jugar. Era hija de una de las amigas de su madre y aunque Zoe prefería quedarse con los adultos, debía retirarse con resignación al ver la expresión en su rostro. Ya reconocía esa expresión, era un rubor leve que podía volverse más carmesí si estaba bebiendo y era producto de un comentario certero, de alguna mal intencionada mujer del grupo, acerca de Zoe que incluía la palabra rara.
Enredó el papel en su pequeña mano sin hacer esfuerzo por ocultar su incomodidad ante la mirada de Amanda, limpiándose de adelante hacia atrás como le decía su madre en las mañanas. Amanda miró a Zoe levantarse los calzones dándole la espalda, peleándose con las pantis blancas que llevaba puestas debajo de la falda. Dejó escapar una risita al ver que la línea del panty le quedó chueca sobre las nalgas. La pequeña Zoe tiró de la cadena y se aseguró de que el agua en la taza quedara libre del color amarillento, luego bajó la tapa y se dirigió al lavadero.
Al terminar de secarse las manos, con nerviosismo trató de llegar a la puerta sin rozar a Amanda, quien la tenía casi bloqueada. Pero Amanda la tomó de la mano y le preguntó ¿adónde vas? Ahora me toca a mí, espera. La pequeña Zoe no la miró, pero supo por el sonido de los zapatitos negros de charol que Amanda llevaba, que se dirigía a sentarse en la taza. Se quedó parada en el preciso espacio que Amanda estaba ocupando cuando la situación era la inversa, mirando con atención la grieta en la cual minutos antes jugaba el pie de Amanda.
La pequeña Zoe notó que a diferencia de ella, Amanda alcanzaba con la punta de los zapatos el suelo y jugaba con su cabello. Además prodigaba un chorro ruidoso, dejando escapar un suspiro de alivio al terminar. Zoe sintió cierto placer en presenciar la escena, ese placer que algunas noches la atacaba en su cama y resultaba en una incontenible fuerza que la obligaba a acariciarse el cuerpo hasta llegar “allí abajo”.
Amanda realizó del mismo modo que Zoe todo lo que vino después de descargar su vejiga. Luego de secarse las manos, sin embargo, se acercó a la pequeña Zoe de una manera que esta última constató inquietante. Amanda le pasó la mano por el cabello, le dijo que era suavecito y se lo acomodó detrás de la oreja. También le tocó las mejillas, le dio un pellizco delicadito en cada una. Amanda la tomó de las manos y se paró enfrente de la pequeña Zoe, quien solo podía sentir que el corazón se le saldría por el pecho. También pensaba que no quería que Amanda notara cómo se movía su corazón debajo de la blusita que llevaba puesta. La pequeña Zoe aguantó la respiración cuando sintió la mano tibia de Amanda en el lugar exacto donde su corazón levantaba su blusa y la volvió a aguantar cuando Amanda posó sus labios en los de ella, unos labios pequeños, suaves y mojaditos.
La pequeña Zoe salió del baño sintiendo un sudor frío, con la misma sensación que tenía cuando su madre la sorprendía mirando por la cerradura de la puerta a su padre, quien se vestía para ir al trabajo. Caminó entre la gente jugando a ser invisible, esquivando con mucha maestría cada obstáculo que se le presentaba. Antes de salir del baño, Amanda le había dicho al oído para ir a jugar debajo de la mesa. Zoe imaginaba sentir los labios de Amanda otra vez, lamía los suyos encontrando el sabor de los de Amanda y era otra la sensación que la llenaba. Sentía cierto calor tibio en el cuerpo, una sensación parecida a los abrazos de su madre cuando la pequeña Zoe buscaba esconderse en su regazo.
Decidió entonces aventurarse debajo de la mesa por primera vez. Todos los niños de todas las fiestas a las que asistía solían perderse allí cuando los adultos se distraían bebiendo y soltando esas risas estruendosas que Zoe tanto odiaba. Siempre le produjo curiosidad saber lo que allí ocurría y ahora tenía una invitación verbal de Amanda. Cuando pensaba en ello recordaba el calorcito sobre su oído y volvía a pensar en su boca.
Grande fue la decepción de la pequeña Zoe al encontrar a Amanda debajo de esa mesa prodigando besos a todos los niños presentes. Tuvo ganas de llorar, la miró durante unos minutos regalar sus labios de forma divertida. Amanda la miró mientras besaba a Alonso, la pequeña Zoe lo miró con rabia, se fue sintiendo que odiaba a Amanda.
La pequeña Zoe se dirigió donde su madre a decirle que se sentía mal y que quería irse. La madre la ignoró hasta que Zoe devolvió el equivalente mezclado de una gelatina de frambuesa, innumerables galletas de animalitos y dos vasos de refresco. Su madre llevaba el color carmesí en el rostro cuando salieron de allí.
Zoe pasó dos días con fiebre y desde ese día en adelante se negó con tanta terquedad, en unas pataletas monumentales, a ir a otra fiesta infantil, que su madre terminó por dejarla tranquila. Además el color carmesí en el rostro de su madre pasó a ser ocasionado por los comentarios acerca de la infidelidad de su padre.
—Eso fue todo doctor —dijo Zoe— ¿cree que ese episodio sea la causa de mi problema?
—Ya llegaremos a eso, por lo pronto olvida a esa niña… —buscó en sus notas.
—…Amanda, doctor —dijo Zoe llevándose la mano al pecho sin intención.
—Eh sí —le dijo e hizo una anotación en su libreta.
Zoe salió del consultorio, cuando concertaba otra cita sintió ganas de orinar. Miró la puerta del baño abrirse, alguien salía de allí. No pudo evitar recordar a Amanda, se sintió mal de no poder hacer lo que el doctor le pidió. Se molestó con ella misma por no poder aguantar las nauseas al recordar la mesa de esa fiesta infantil. Pero más que nada, se sintió mal de pensar que después de tantos años no había podido superar el temor que sentía a que la puerta del baño se volviera abrir.
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LA SILLA DEL AMOR
Me invitó a un café saliendo del trabajo, era un viernes en la noche y yo solo quería un buen vaso de ron pero accedí a su propuesta. Tuve que correr hasta llegar al café, la lluvia había detenido a todos en la estación y yo ya llevaba quince minutos de retraso esperando que escampara. La encontré sentada en una esquina del local con un libro de fotografía en las manos. La saludé moviendo la cabeza mientras pedía un café con algo de alcohol para no quedarme con las ganas. Ella empezó a preguntar por mi día a lo que respondí con la misma pregunta y empezó a hablar.
Me distraje unos segundos de lo que decía chequeando mensajes en el celular. Me tomó de la mano sin violencia pero con rapidez, tiró unos pesos en la mesa y me llevó directo a la lluvia. Subimos al primer taxi que pasó y quedó en silencio todo el camino con una sonrisa de satisfacción en el rostro, jugando a clavar mis uñas en sus dedos. Llegamos a un motel, yo reí con fuerza mientras bajaba del taxi y ella me empujaba a la puerta del dudoso establecimiento. En la recepción ella habló, dio varias especificaciones y me dijo que sacara dos de veinte mil. La señora de la recepción nos entregó una llave y nos deseó buena noche.
La habitación estaba caliente, tenía una cama; un televisor montado en la pared, que al encender llenó de gemidos el cuarto; el baño y el espacio donde se encontraba el artefacto que me mostró en las fotos que veía en el café una hora antes. Sonrió coqueta entregándome un beso leve en los labios para perderse luego en mi cuello y reír despacio en mi oído diciendo, esto es turismo sexual, baby. Me pidió que la desvistiera, fui quitando uno a uno sus botones, encontrando sorpresa ante el placer que me causaba ir observando cómo cada botón suelto me entregaba un poco de su piel, de su cuerpo, de ese cuerpo que tantas veces había visto. Lo que yo sentía por ella, en ese momento, generaba una contradicción con el lugar en el que estábamos. Pero no dejé de sentir amor por aquella niña hermosa que me entregaba la aventura que tantas veces le había mencionado quería tener.
Ahora la veo bailar descalza y en ropa interior, dando vueltitas en la cocina, escuchando a Chopin, mientras me demuestra que la arepa no se le quemará. Yo estoy escribiendo esto, este recuerdo entrañable de cuando fui a encontrarla. Ella se acerca a jugar con mi cabello, a darme esos besos irresistibles para mí en el cuello, en el punto exacto que descubrió por su cuenta, como si contara con un mapa erógeno de mi cuerpo. Comemos en silencio cuando ella rompe a hablar, yo la observo, mastico, bebo, me deleito mirando su boca soltar las frases, ella calla y luego pregunta qué pasa, yo trato de convencerla con lo que sé usar, palabras.
Ella lee en el computador, yo me acomodo en mi sofá, la tarde avanza en el pequeño nido que conseguimos y que llamamos nuestro, la luz se desvanece. Antes de quedar en las sombras, ella busca mi cuerpo en el sofá, se acurruca en mí, me besa como sabe hacerlo, me pierdo en el aroma de su cabello. Dostoievski se acomoda en su regazo y entonces lo sé. El amor está en esta silla, en este sofá, aquí y ahora, desde que rompí mi tickete de vuelta y me quedé con ella, con nuestro nido y nuestra propia silla del amor.
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Por: Luis Felipe Vélez Pérez
SENTIMIENTOS DESCONOCIDOS
Las personas que me ven y me desprecian desconocen muchas cosas. Sus vidas son túneles abyectos y oscuros, y mirar a un lado es inadmisible. Conocen la naturaleza y la viven a su modo, pero parecieran no saber que desde aquí se ven otras cosas, digamos, la naturaleza dibujada con el rostro de la miseria. Y conocen la política y el dinero, y los autos y el fútbol, y la economía y los negocios, y el cine y las estrellas, y más… pero desconocen profundamente los sentimientos de los no-humanos, de mí y de nosotros, los que callamos, pero sentimos.
Yo conozco el vapor tibio que brota en la noche de las calles después de una mañana calurosa y una tarde de lluvia, el frío de los 4 arbustos que componen mi morada, meciéndose inquietos a la hora del bullicio, cuando la gente trémula vuelve a casa a buscar sosiego.
Yo conozco el crepúsculo del día y de la noche, en vivo y sin sentimentalismos, frente a mis ojos cada uno de mis días, infatigable, persistente. Conozco también el sol, hoy más inconstante y esquivo que nunca, no por mucho llover, sino porque ya no se sabe cuándo habrá de salir.
Conozco el viento cuando sopla y cuando calla y arrulla, y te acaricia tiernamente en las tardes para luego darte una bofetada en las noches frías. Conozco las nubes negras que te infunden miedo, pero también las nubes pasajeras que te saludan amigablemente y te permiten ver el sol a ratos, las nubes grises de la angustia y las nubes amables que se posan un tiempo sobre el cielo deteniéndose a observarte.
Yo conozco las plantas marchitas, que viven en la miseria de la ciudad, que crecen en las rasgaduras del asfalto, que viven a lapsos, que tambalean para crecer y que de un momento a otro, mueren sin vacilación, mueren en la asfixia del entorno.
Conozco el pasto agreste y tímido de mi morada, ese pasto breve que poco se desarrolla; ese pasto que describe la forma del cemento es mi aposento, es mi jardín. Hasta allí, a esa pobre bella marginalidad llegan diferentes formas de la naturaleza y se interceptan con los sentimientos de los desechos, los sentimientos de nosotros, los del subsuelo, los no-humanos.
Yo conozco el perro vagabundo y miserable, tan miserable como yo. Conozco el trino de los pájaros en el ocaso y en la aurora, manchando el cielo temporalmente con sus frágiles figuras. Y sin embargo, todo parece estéril. A pesar de todo, a pesar de la vida, nuestro mundo se transparenta a través del sufrimiento y el padecimiento constante, la abstención inducida de la sociedad.
Nadie conoce mis dolencias, nadie sabe que pateo el pavimento sintiendo hambre y deseo, hambre sin lograr saciarlo, deseo sin poder reprimirlo. Nadie sabe que en las noches tengo frío y que en los días siento sed, nadie lo sabe. Nadie sabe que los atardeceres naranjas me ponen en aviso para pasar la noche, cuando el resto de la gente se fascina insaciable en el color del cielo y de las nubes. Y más, pero nadie parece dolerse de mi situación, de lo diametralmente distinto que resulta todo para mí desde el sol hasta un pedazo de pan. En este calvario, los que adolecemos vivimos sentimientos no encontrados… o no escuchados.
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Por: Yenipa Mosher
¿Y QUÉ SI EL CORAZÓN TIENE UN LADO OSCURO?
Está claro, comprobado y además dicho de todas las formas posibles, es algo que todos saben, sin embargo desean escapar de eso o simplemente esconderlo, en el mejor de los casos están quienes se sientan orgullosos de ello, a esos los admiro pues dejan de lado la hipocresía sobre la que está basada el mundo pero de la cual todos hacemos parte, sin excepción alguna.
· Dame tu mano, vamos a encontrar juntos la eternidad,
A perderemos el uno en el otro…
Ven conmigo no dejemos pasar este instante
Nunca más el azar estará en nuestro favor
Nunca más el destino estará de acuerdo con nosotros…
Dame tu mano… ¿me acompañas?
-FLORA- Nace, florece, pero nunca es más
Hermosa, ni vale más que cuando está marchita
(Nadie nunca está tan presente, como en el momento en que deja de existir)
· No quiero ser yo
Y no me reconozco
Así que tampoco te conozco
Y no preguntes quién soy
Ahora me encuentro en un radar
Distinto al tuyo
Un mundo en el que tu presencia no existe
No me preguntes entonces hoy quién soy
Porque sólo sé que hoy no soy yo
Y de hecho tampoco sé quién eres tú
No te mezcles en este mundo
Al que me escapo para crearme
Para tratar de conocerme
Al que me evado cuando me llega la sensación
De no querer, de no saber ser yo…
Así que no insistas
No sé quién eres tú
En este momento que no quiero ser yo
Que no me reconozco.
-FLORA-
SOBRE ELLA…
I. Ella sólo era alguien más en un mundo indiferente, dominado por la individualidad, donde estás sólo entre la multitud; él hacia parte de esa multitud sin la más mínima idea de que ella existía, eran dos caminos diferente que en algún punto deberían unirse… ya no era un yo, era un nosotros. Ella le buscaba desesperadamente, mientras el huía de sí mismo.
II. Tan popular es el cliché de hablar de otra en el espejo, que no queda más remedio que seguirlo repitiendo a ver si algún día es aceptado, si se convierte en una verdad; pero en su caso, sí, vive otra mujer en el espejo, esa mujer que sólo existe cuando se refleja. Esa que le muestra lo que quiere ver, que le dice lo que quiere escuchar
Pero esa no esa ella…
Por qué mienten constantemente diciendo que el espejo es el único que refleja tu verdad. Sin embargo, cuando ella no ve su reflejo, se desconoce, no sabe quién es. No le queda más remedio que intentar reflejarse en los demás, y sabe que secretamente los demás esperan lo mismo de ella…
III. Y ahí se encontraba ella, sentada y absorta en sus propios pensamientos
Escapando de esa realidad tan inmediata a otra realidad que la recibía con gusto y una taza de café, se debatía entre cual de las dos realidades quedarse… la inmediata la ata porque allí está su cuerpo seco y ardiente en deseo ¿de qué le sirve entonces? Si en esa realidad que la recibía con gusto se sentía plena y feliz…
El debate quedó resuelto, dejo su cuerpo en la inmediatez, y simplemente se marcho lejos, allí donde en compañía de café logró tal plenitud que simplemente ya no lo necesitaba…
IV. Se ha escapado su musa o simplemente nunca ha existido, su mente perezosa se preocupa por todo, se preocupa por nada
Comienza a trabajar a un ritmo desesperado. Mas sus máquinas que siempre han estado apagadas se sobrecargan… la asfixian sus propios pensamientos; la destruyen, la construyen sobre una base extremadamente frágil, el soplo de un alfiler al caer acabaría con ella. La autodestrucción es lo que queda como recurso.
Se ha producido un homicidio intelectual, los pensamientos han masacrado a las ideas, ha acabado con lo que pudo ser una mente prodigiosa… -------------------------------------------------------------
ENSAYO / CRÍTICA
Por: Diana Montes P.
EL (LA) PERFORMANCE COMO RITUAL O LA CONTRADICCIÓN: SOBRE VANESSA BEECROFT
Cuando los críticos, teóricos o expertos en arte deben enfrentarse a tener que clasificar el arte en categorías, tendencias, estructuras, formas expresivas y todo tipo de artimañas para no dejar morir el ego de intelectual, encuentran una peculiar facilidad en ciertas manifestaciones artísticas generalmente clásicas. En el arte contemporáneo, en cambio, encuentran una peculiar dificultad en clasificarlo debido a la diversidad de los elementos que se conjugan en sus manifestaciones, asunto muy acorde a la constante contradicción perfectamente fluida del mundo actual.
Las(os) performances que empezaron poco después de la segunda mitad del siglo pasado se mostraban ante el mundo como actos irreverentes, salidos de todo molde, fluidos, espontáneos, totalmente naturales, ejecutados con planeación pero manejados por el azar y se marcaba en ellos una constante provocación entre el artista, la obra y el público. El objetivo que compartían los artistas del performance, dicho muy sosamente, era el de dar al arte la fuerza del cuestionamiento propio- del arte y del artista-, el cuestionamiento del otro y de la relación entre ambos. Nada comentaremos ahora sobre los alcances de este pretendido.
Cuando he dicho antes que se buscaba dar al arte la fuerza del cuestionamiento del artista, hago referencia a la tan sufrida necesidad del hombre “moderno” de hallar una identidad propia en medio del giro constante del mundo. De manera pues que las obras de arte se convirtieron no sólo en las muestras de las formas de ser del artista, sino en su forma de expiación, en su catarsis demoniaca. Me parece que en pocos artistas del performance podríamos notar tanto afán de cura y tanta obsesión como en los de la italiana Vanessa Beecroft, para quien la práctica artística no parece tan marcada por la intención de des-institucionalización como por la de enfrentar los propios temores y amores.
La artista desde muy joven ha tenido que superar dificultades muy particulares con la comida que le representaban la imposibilidad de poder acoplarse al molde de la idea de belleza compartida por la sociedad, simplificada en una delgadez constante y casi extrema, la piel blanquísima, casi transparente y tonificada. En innumerables ocasiones intentó provocarse durante algún tiempo el vómito, pero su cuerpo rechazaba esta práctica y casi nunca vomitaba, así que recurrió a horas diarias de ejercicio físico que le proporcionaban la sensación de estar manteniendo su poco peso. El control de su peso y su apariencia la obsesionó de manera tal que describió en una especie de diario con absoluto detalle todas las porciones y tipos de alimentos que ingería al día y la hora exacta de su consumo, horas y tipos de ejercicios e inclusive las ocasiones en las que vomitaba, técnicas para ocultar su trastorno y estrategias de consumo alimenticio para generar en sí misma este o aquel efecto.
Esta forma de obsesionarse se ve reflejada en sus performances, incluso desde el momento de la selección de las modelos de los mismos, quienes tienden a tener una apariencia muy similar a la de la artista: contextura delgada, piel clara, estatura regular, labios definidos y delgados, cabello abundante y “ginger”. Este es entonces el primer paso de un rito que tiene todas las pretensiones de ser muy elaborado, planeado e intenso y llegar a un estado de azar, naturalidad y belleza que de otro modo se nota fingido y plástico.
Me centro ahora en un performance en particular el VB53 realizado a mediados de 2004 en el Tepidarium de Roster en el Giardino dell’Orticultura de Florencia, en el que 21 modelos calzadas (ninguna prenda más) posan sobre un pequeño cerro de tierra color café muy oscuro, de pie, distribuidas de tal manera que ocupan sin estorbarse el montículo, y utilizando en sus cabellos, algunas, una larga melena de pelo crespo y abundante.
El tono de ritual que tienen estos performances recae en las disposiciones de su ejecución, momento en el cual parece una ceremonia, e inclusive la artista ha declarado que le gusta que la gente se vista de gala y se prepare para la ocasión como si se tratara no sólo de ir al museo o la galería (el lugar donde se realizan es también clave) a pasar la tarde, sino como si se tratara de un evento importante para la vida misma. La artista entonces se empeña en controlar todo lo controlable: dispone del lugar, de la logística necesaria, de la desnudez, del vello púbico y hasta de las acciones que no tienen permitidas las modelos: hablar entre ellas, relacionarse con el público o salirse del performance.
Primera Cuestión: He querido aquí hacer alusión estricta a VB53 porque me parece que ilustra de manera magistral la personalidad de la artista, parece ella expuesta por sí misma, su lucha incontrolable con el control. De manera pues que luego de direccionar con precisión y decisión el funcionamiento del performance y todo lo necesario para ello, luego de controlar todo cuanto sus manos, palabra y acto alcanzan, el performance empieza y la artista tiene en su contra un enemigo ineludible e insuperable, que termina por convertirse en su ayudante : el tiempo. Explicaré primero la relación de enemistad y luego cómo eso se transforma.
Enfrentarse a un performance de Beecroft en el primer momento no inspira estrictamente sexo (por lo menos debe serlo para los menos intrépidos), es posible que inspire repulsión por la exposición clara y persistente del cuerpo femenino desnudo (debido a los tabús y prejuicios sociales) y es mayormente posible que ese sentimiento se convierta luego en el deseo de alimentar el sexo, deseo que se reprime íntimamente con el peso de la idea de que ese sexo representa arte. Las mujeres de pie, desnudas, con cabello artificial, dispuestas de un modo particular, y en una actitud de desinterés por ellas mismas y lo que las rodea, resulta una imagen poco atractiva, demasiado planeado todo, demasiado expuesto, demasiado sabido, nada para arrancar, nada para decir, nada para olvidar, ese tipo de imágenes que la gente no entiende y termina por aniquilar diciendo “¿Y eso qué significado tiene?” “¿Por qué es arte?”, y luego se sale al mundo y el primer aviso colorido es toda una fuga hasta al agrado.
Sin embargo, este control le gusta a la artista, es su forma manifiesta de estar en sí misma, de mostrarse, de sacarse sus demonios, de expiar sus miedos como venciéndolos. Sin embargo el tiempo avanza y estas formas de control se van desvaneciendo, las modelos se cansan de pie entonces se sientan, se acuestan, se duermen inclusive, manchando de marrón su cuerpo desnudo y limpio, toman posiciones que las individualizan (antes han sido un colectivo de repeticiones), el tiempo se traga el control con placer, es el hombre desvirtuado de sí mismo por algo mayor a él, sometido, desfigurado irremediablemente, mordido en el vientre como por un torturador, con delicia, con el desespero sereno con el que se aprieta lo que vuelve y siempre ha vuelto (Pienso en Goya- Saturno devorando a sus hijos). De esta manera entonces se transforma todo, como si tomara esa forma irregular propia del arte contemporáneo, como si ahora fuera algo de mirar, algo para pensar, algo de saber. Se manifiesta lo más simple, lo menos impuro, la naturalidad del sentir humano, cuando se pierden los detalles, el cuidado y la preocupación de la perfección calculada. Se vuelve todo arte, todo fluidez, todo asombro. La artista toma las fotografías y videos respectivos para dejar la base de lo que sería luego la instalación que refiera el recuerdo del performance.
Podríamos decir entonces que el verdadero creador del arte aquí ha sido el tiempo, urdiendo con su mano el destino del sentir del espectador, sin embargo la artista italiana ha maquinado antes su plan completo y en su ejecución el tiempo es sólo un instrumento, pero no cualquier instrumento, su importancia es radical, superior a cualquier otro medio utilizado. Por eso el enemigo de la obsesión de la artista por el cálculo se transforma en amigo del arte, lo tiene en potencia y en acto, lo amansa en la mano, lo aflora, pero no lo realiza, la artista lo realiza, lo que ha sucedido es el paso de lo marcadamente personal a lo universal: De la desnudez de las modelos se ha pasado a la desnudez del ser humano.
Segunda Cuestión: esta segunda cuestión obedece a la contradicción que en mi opinión representa la artista italiana con respecto de otros artistas del performance como Chris Burden, Mariana Abramovic o Bruce Nauman. Debería anotar aquí que una de las características del performance, de las que podríamos mencionar como principales cuatro: espacio, tiempo, el cuerpo del artista, y la relación con el público, el tercero no se marca con acento en la obra de Beecroft, no es su cuerpo el expuesto (salvo en algunas ocasiones y de manera muy uniforme con los otros modelos), sino el cuerpo del otro y ella se torna ejecutora y espectadora simultáneamente.
El asunto al que me refiero cuando hablo de la contradicción con respecto a Beecroft radica justamente en su interés en mostrar el control de todo, en calcular inclusive el resultado que tendrá la acción artística –que en VB53 sería las modelos expuestas naturalmente, de manera espontánea-. Cuando se ven los performances de Abramovic o Burden se nota en ellos una preparación menos prolija, menos pensada, menos pulcra. Estos performance remiten desde el principio a la exploración y exposición de formas de ser humanas sometidas a la naturalidad sin color, a la forma prístina de la constitución del hombre, al sometimiento de la inconciencia a la voluntad de la conciencia. El arte de Beecroft tiene tintes de ser sagrado, ceremonial, casi virginal, tremendamente pulcro, limpio, lúcido, me resulta una revolución en medio de la revolución que significó el performance para la institucionalización del arte. Contienen una introducción mayor, hay que intensificar en ellos para abordarlos y conocerlos. En todo caso, no se cuestiona su valor artístico y muchos menos su belleza, el punto final de toda manifestación artística, para mí.
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Por: Juan Gómez
Otro escrito fragmentario (Acerca de La Escritura del Desastre de Maurice Blanchot)
No pensar: esto, sin recato, con exceso,
en la fuga pánica del pensamiento.
M. BLANCHOT
En el momento justo todo siguió su curso, de qué manera, complejo responderlo, pero queda claro que se buscó darle respuesta al gran problema que se presentaba: el desastre.
Si bien cada momento se presenta en el devenir otra cosa, siempre se llega al punto en el que todo eso-ese que deviene-otro se estanca en lo mismo: el constante cambio. Sin embargo no cambia lo necesario, es más, ni siquiera es necesario que sea necesario lo necesario: el cambio. Cada momento pensando en el porvenir, dejando a un lado lo que está en el momento justo, en el momento de la presencia-ausencia que se borra para ser otra. Aquello que se vuelve tan molecular y escapa de la totalidad, pero de algún modo el sujeto histórico permanece, se convierte en el principal enemigo, en aquel para eliminar. Allí la responsabilidad sobrepasa todo lo que se puede sobrepasar: el cambio. Mientras que cuando se llega al punto de la ruptura con el tiempo, con el pasado como pasado, el futuro como futuro, y se está en el presente como lo pasajero, se pone en relación el constante juego con la borradura, con lo peor, con aquello que dice “el desastre lo arruina todo dejando todo como estaba”. ¿Qué desastre? ¿Qué todo? ¿Qué es lo que queda en las ruinas? ¿Cuál es la aparente estatización que se muestra aquí? Es difícil. Mejor cambiar todo esto, es decir, darle a ello una respuesta que borde en el estado de ánimo, en el preciso instante en el que ya no queda más qué decir, sino simplemente dejar el balbuceo como motor de todo: el puro murmullo.
El desastre no es lo desastroso. Tampoco es algo que pase y no deje huella. No es lo que siempre se piensa: que el desastre puede pasar por tal o cual cosa. El desastre pasa. El desastre está, al mismo tiempo que no está. Puede ser lo instantáneo, lo fugaz, lo funesto, incluso, llevándolo a un campo más reconciliador, puede erigir: más desastre. La misma escritura puede verse como eso, las palabras en el papel se convierten en lo que generan más mal que el mismo desastre. Las palabras, en el lenguaje de lo cotidiano, ayudan a aumentar el caos. Todo continuará igual. El desastre: lo que devasta, lo que genera algo más: residuo. Lo que deja todo convertido en puro fragmento, en pura partícula, en puro ser-otra-cosa. El desastre viene después de lo peor. Lo peor siempre está. El desastre lo reafirma: dejándolo igual. Pero todo a su vez puede verse como un cambio, un algo que se convierte en otro algo y ese “otro algo” en otra cosa, pero de la misma manera todo queda igual. El misterio del desastre está en el mismo hecho de que no deja las cosas diferentes, sino que las cambia para que sigan igual. El cambio aquí no es necesariamente algo diferente, como suele pensarse, en este caso podría mirarse como lo que siempre se desarrolla diferente pero que, al mismo tiempo, sigue igual.
Cuando el desastre se convierte en algo personal se irrumpe en su carácter súbito e impredecible, pasa de ser algo que realmente acaba con todo a ser aquello que llega al campo en el que es algo esperado: del desastre puede decirse que es lo más impersonal de todo.
El Todo es el todo como punto que irrumpe en un “yo” un “tú” un él/ella”, más bien es un “aquello” un “eso” o cualquier otra cosa que se enmarque en el mismo desastre como lo que llega desde lejos y hace que pueda hablarse de él cuando de verdad pase, es decir, siempre está. Todo sigue igual. En últimas, hablar del todo resulta más complejo que hablar de cualquier otra cosa, pero más bien, cabe entender este Todo como un Todo en el cual está inmerso la generalidad que, a su vez, encierra en sí misma la particularidad, sin que tenga que pensarse en la teorización de la totalidad, o la singularidad, más bien cabría decir que es lo fragmentario, lo múltiple, lo molecular.
Para el desastre no cabe otra cosa diferente a pensarlo sólo como el desastre que lo arruina todo, ya no queda nada bueno; podría decirse que se convierte en aquello que erige ruina, puro derrumbe, pura devastación, se convierte en aquello que borra todo, pero al mismo tiempo parece que no pasara cosa alguna. Es lo más a-personal. Le puede pertenecer un To o un It, por darle algún calificativo. Siempre está. Es lo único que realmente pasa cuando pasa. No deja lugar a un alguien que diga “este es el desastre, ya me lo esperaba”, ahí pierde toda su impersonalidad. Deja de ser aquello que lo deja todo como estaba para convertirse en el resultado de lo que puede pasar. No, eso no es el desastre. Más bien todo es tan parecido al mismo hecho de olvidar. Al desastre le pertenece el carácter del olvido, el dejar atrás, el no poder permanecer en lo mismo, ir borrando paso a paso, cada vez que todo el tiempo-sin-tiempo permita que el desastre sea el desastre, lo que éste deja: todo como estaba.
En algún momento llegará el día en el que pueda definirse aquello como tal y el desastre mismo como el desastre por sí mismo. Por ahora cabe decir que el tiempo del desastre es lo más efímero que lo efímero mismo, es decir, pasa en el momento menos pensado, ya que si se habla del momento indicado remitiría a pensar en que se estaba esperando el desastre, mientras que éste es netamente súbito, repentino, casi casual.
Así que aquello que viene después de lo peor sería el mismo desastre que, a su vez, sería lo que dejara todo como estaba, esto es, el no-cambio del cambio. El paso impersonal de lo sabido a lo desconocido, pero al mismo tiempo próximo y borrador de lo que no se quiere. El desastre pierde todo carácter de personalidad, un “YO” que habla ni siquiera puede atribuirse el desastre, pues éste llega al punto tal en el que aniquila todo y se convierte en lo que siempre ha sido: puro desastre. Todo continuará igual. Lo que siempre ha sido que permanezca. Ni el tiempo ni el cambio aniquilan lo venidero, que no necesariamente es lo que se espera. “El desastre cuida de todo”. Al ser aquello que lo arruina todo dejándolo como estaba se afirma esto anterior, pues puede verse un regocijo del todo en el momento justo en que el desastre llega de manera repentina. Aquí nada y todo pueden ser una misma cosa, pues al ser el todo devastado por el desastre, pero a su vez cuidado por él, la nada se convierte en un elemento que, de manera directa o indirecta, ese es el problema, pertenece al campo del todo y, por tanto, al desastre mismo como lo que destruye y erige ruina, por llamarlo de algún modo. Esta nada que se menciona puede estar referida a la misma impersonalidad del desastre, pues al ser nada, se ve como el silencio, como la ausencia-presencia-todo: la nada es aquello inmerso en el todo, pero que, al mismo tiempo, puede mirarse como el silencio que hace que se reconozca el desastre.
De tal modo que será mejor callar.
En aquel momento del curso que seguía su curso todo se convirtió en un mar en donde navegar fue tan complejo como decir la verdad de algo. El desastre no se esperaba, pues ya se estaba en él. Nadie tenía la consciencia de decir este es el desastre. Todos callaban, soportaban, aguantaban, esperaban a que cesara lo que no se sabía que estaba pasando. A fin de cuentas nadie quería saber qué era lo que en definitiva ocurriría: si lo peor, o lo peor de lo peor.
“Has de tal manera que yo pueda hablarte”
El cambio llega en cuando no se espera. Es natural y espontáneo. No tiene necesidad de llevar todo lo que se quiere al campo del cambio, lo que se espera es lo deseado, lo que irrumpe hasta en el mismo desastre, el cambio es el devenir-otro por el mero hecho de que se deviene-otro. No pensar el cambio como la expectación de ser otro. Todo pasa porque pasa. Habrá factores que influyan, pero no significa que sean los que ocasionen tal o cual cosa. El cambio es desastroso, lo cual no implica que sea directamente el desastre, pues desastre y desastroso no son lo mismo. El cambio se tiene presente sólo en el momento en que se cambia, no porque se diga que es algo que esté cambiando ha llegado el cambio. El cambio simplemente cambia, es súbito, es una presencia-ausencia que no tiene lugar en el decir: “estás pasando esto o aquello”. Asimismo es el desastre. Son súbitos, in-esperados. No tienden a ser lo que se llega a la consciencia para que después pase, es más, aniquilan todo y abren, al mismo tiempo, posibilidades que no son definibles, simplemente da la apertura a lo desconocido, al “desierto que crece” todo aquello que no puede definirse ni decirse es esto o aquello: “El desastre lo arruina todo dejando todo y como estaba.” “El desastre cuida de todo”
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IMAGENES: PINTURA/FOTOGRAFÍAS
Por: Julián David Álvarez Valencia
Este trabajo lo conforman 10 cuadros, el formato de cada uno es de media carta, y la serie se llama: Pasente: Pasado y presente
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Por: Aleja Duque
Pintura con tizas oleo pastel. titulo: cómplices.