sábado, 24 de julio de 2010

Devastación


DEVASTACIÓN

Sobre una pintura de Beksinski



Beksinski nació en Sanok, Polonia (1929-2005). Este pintor y fotógrafo contemporáneo, tal vez el más representativo del arte polaco, brilla por su peculiar manejo técnico y su incomparable desarrollo temático. En Cracovia estudió arquitectura, lo cual se hace evidente en gran parte de su obra, y de regreso a su pueblo natal trabajó durante un tiempo ejerciendo con desgano su profesión, en esta misma época -alrededor de 1955- incursionó en el arte, asunto al que dedicaría el resto de su vida.
Su obra no presenta en general grandes cambios ni giros conceptuales, lo cual en ningún momento indica que su obra haya caído en determinaciones cíclicas, reiteraciones aburridoras y mucho menos en la auto-imitación. Cada pintura, cada fotografía, logra en sí misma la expresión más alta de lo que allí se despliega. A menudo se le ubica en el movimiento del surrealismo mágico, de hecho él mismo nombra parte de su desarrollo (desde inicios de los 70 hasta finales de los 80) "Periodo fantástico", momento que lo ha hecho reconocido por sus características visiones apocalípticas y desgarradoras con gran precisión en el detalle y en el contenido conceptual. No obstante, es mejor evitarse la molestia de encasillar a un artista tan grandioso y de agotar la relevancia de su obra en la correspondencia a un movimiento artístico específico. Su obra se despliega sobre sí misma en lo inagotable, cada detalle obsesiva y meticulosamente puesto, cada tono especialmente preparado para lograr eso que allí se logra, son asuntos que no permiten captarla por fuera de ella.
Luego en 1977 antes de irse a Varsovia quemó varclásica, o que murió apuñalado por negarse a prestarle dinero al
hijo de la señora que se encargaba de sus cuidados, o que murió en el mismo mes en que nació, o sea, en febrero. En cambio sí interesa contundentemente el hecho de que su obra tenga un desarrollo temático tan persistente y evidenciado, que tenga un hilo conductor tan claro: La devastación.
Sus obras siempre reflejan la caída, el derrumbe, la deformidad, allí todo deviene hueso, alambre, ruinas, cementerio, niebla, donde lo que se establece claramente no es claro, amalgama indeterminada, confluencia de restos, calaveras, espectros, desgarramientos, extravío, distancias, desfiguración. Pero ¿no expresa esto más allá de un desvanecimiento particular del artista la condición inmediata del hombre contemporáneo? ¿No es la devastación la experiencia que tiene el ser humano de sí mismo y del mundo?

II

¿Qué es la devastación? Es el desplome o el derrumbe de una edificación, la devastación es un agente impersonal, el devastador desaparece y lo que queda es lo devastado que evidencia la devastación como acontecimiento. La devastación
acontece en el tiempo fulminante, no perdura sino que se sucede a sí misma como huella que apunta hacia sí, es decir, ella nunca se hace presente, sino que siempre es presencia imperceptible, no se puede señalar, es lo que sobreviene y sólo deja el estrago. De la devastación sólo queda lo devastado como único signo, esa es su manifestación. Lo que cae reitera en una afirmación implacable su eficacia destructora, no deja nada en pie: Ruinas, escombros.
La devastación no se dice de aquello que desaparece sin más, por el contrario se dice de aquello que queda pero como derrota, como lo caído, las ruinas donde no provoca volver a construir, ella siempre alude a lo que queda, y lo que queda es su signo, su memoria imborrable, su eternidad.
No tiene el sentido de la demolición, pues demoler da paso a una nueva construcción, al contrario la devastación es el lugar desierto y lleno de escombros que permanece siempre como tal, ya sea aquí o allá, puesto que tampoco importa si lo devastado es esto o aquello, sino que lo devastado está ahí como evidencia de la devastación.
La devastación es lo insoportable, lo que siempre está por venir pero siempre ya se realizó, lo invencible porque no es algo contra lo que se puede hacer frente. Irremediablemente la devastación entraña el silencio atormentador que sigue al escándalo de la caída, la caída es desde cierto punto de vista hasta algo fantástico, sorprendente, pero después de la caída queda lo irreconocible, ante eso el mutismo es la única respuesta, gesto atónito, ella plasma el escozor terrible de lo que se avecina, se anuncia a sí misma como tal, como advenimiento que ya pasó y que pasará una y otra vez pues su prolongación no tiene fin. Nunca se desvela, tumbo todo, siempre deja con las manos vacías, hace de todo esfuerzo un acto inútil, no da cabida al recomienzo. Después de la devastación no queda más que lamentarse vanamente. Allí se ha perdido toda base, todo fundamento donde se puede erigir algo como el hombre desaparece, allí mismo el hombre es devastado.
La pintura de Beksinski se abre como el espacio de la devastación.

III

Esta pintura de Beksinski tiene tres componentes: El cielo, el rostro y la devastación.
El cielo, tal vez un cielo de ocaso por el tono amarillento, es el fondo, es decir, es el espacio donde se emplaza el rostro, tiene la peculiaridad de ser algo abierto y sin contornos. El cielo no es base ni terreno firme, sino que es donde no se puede erigir nada, se muestra siempre como algo distante e inaccesible (por algo es la imagen reconocida del paraíso), en el cielo ni siquiera puede mantenerse el polvo de manera inmóvil, allí todo es desplazado a la deriva por el viento, el efecto del cielo es la deriva, el extravío, no hay donde anclar, allí se flota y se sucumbe pues es el reino de la fragilidad. Cuando algo no tiene base se dice que está en el aire -como ese rostro está en ese cielo-.
De manera que el cielo es lo que antecede a la devastación, ya que él impide que allí se construya firmemente, el cielo propicia la fragilidad mediante la cual la devastación toma más fuerza, de hecho, el cielo mismo es la devastación pero bajo otra forma. El cielo mismo en esta pintura es el espacio de la devastación.
El rostro que está caracterizado por no pertenecer a alguien en particular, es el de cualquiera, indeterminado, sin límites. No representa en ningún momento lo logrado de un sujeto determinado o la posibilidad de lograrse, al contrario evidencia lo inacabado, el proceso inconcluso, la exhaustiva construcción columna por columna, es edificación no terminada que no encierra nada, pues dentro de dicho rostro no hay nada, así como dentro de una calavera no hay nada, es decir, espacio vacío ensombrecido por los huesos. El proyecto de construcción es entonces de antemano una empresa inútil ya que ahí no hay nada, no obstante se da una forma, forma de rostro que pretende establecerse allí donde nada se puede establecer, en el cielo.
Negligentemente pretende erigirse un rostro que nunca podrá ser concluido en el espacio donde no se puede erigir nada. Así el rostro no puede ser algo distinto que lo devastado, y en ese sentido señala la devastación, es su signo, su huella indeleble.
Ese rostro se viene abajo, se derrumba antes de ser concluido, y el cielo se funde entonces con la polvareda que la caída causa, la devastación pues acontece y borra los límites que desde el principio estaban precariamente definidos, y disuelve todo en lo abierto y conlleva al desarraigo definitivo, incluso desaparece el espacio vacío y negro que se hallaba dentro de la construcción, y el cielo se filtra de nuevo por entre las fisuras. El rostro deviene primero fragmentación y luego polvo, es decir, escombros, ruinas dispersas en el aire. Experiencia que el mismo Beksinski tuvo:
"Pero mientras ocasionalmente parezca que yo sé que es lo que estoy pensando, y que estoy pensando lo que pienso, y que eso me haga sentir bien como para decirle a alguien más lo que pienso que he estado pensando; estoy seguro de que no sé nada sobre mi pasado excepto todo, pero todo es lo mismo que nada"
A fin de cuentas, lo que se emplaza en el espacio que la pintura ha abierto no es el cielo ni el rostro, es la devastación.
Tal vez la certeza del derrumbe y de lo vano de erigirse como proyecto sabiendo de antemano el resultado, es decir, la inminencia de la devastación, su proximidad apremiante y continua, llevó a Beksinski a decir de su vida esto:
"Presumiblemente, nací, y haré mi mejor esfuerzo para no morir, pero estoy seguro de que no lo conseguiré"


Andrés Ramírez

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