jueves, 25 de octubre de 2012

SIN


Samuel Beckett
Traducción: Pedro Alzáte
      
Ruinas verdadero refugio al fin hacia el que tan lejos por tan falso. Lejanías sin fin tierra cielo confundidos no un ruido nada que se mueva. Cara gris ambos azul pálido pequeño cuerpo batiendo solo de pie. Apagado abierto cuatro piezas[1] de espaldas verdadero refugio sin salida.

     Ruinas esparcidas confundidas con la arena gris ceniza verdadero refugio. Cubo todo luz blancura arrasa caras sin trazo ningún recuerdo. Nunca fue más que aire gris sin tiempo quimera luz que pasa. Gris ceniza cielo reflejo de la tierra reflejo del cielo. Nunca fue más que este invariable sueño la hora que pasa.

      Maldecirá a Dios como al tiempo bendecido frente al cielo abierto el aguacero pasajero. Pequeño cuerpo cara gris rasgos grieta y pequeños agujeros ambos azul pálido. Cara sin trazo blancura arrasa ojo tranquilo al fin ningún recuerdo.

      Quimera luz no fue nunca más que aire gris sin tiempo ni un ruido. Cara sin trazo próximos a tocar blancura arrasa ningún recuerdo. Pequeño cuerpo unido gris ceniza corazón latiendo frente a las lejanías. Llorará sobre él como en el tiempo bendecido del azul la nube pasajera. Cubo verdadero refugio al fin cuatro piezas sin ruido de espaldas.

      Cielo gris sin nube ni un ruido nada que se mueva tierra arena gris ceniza. Pequeño cuerpo mismo gris como la tierra el cielo las ruinas solo de pie. Gris ceniza a la redonda tierra cielo confundidos lejanías sin fin.

      Se moverá en las arenas eso se moverá en el cielo en el aire las arenas. Nunca más que un sueño el bello sueño no tener más que un tiempo por hacer. Pequeño cuerpo pequeño bloque corazón latiendo gris ceniza solo de pie. Tierra cielo confundidos infinito sin relieve pequeño cuerpo solo de pie. En las arenas sin asidero aún un paso hacia las lejanías lo dará. Silencio ni un soplo mismo gris por todas partes tierra cielo cuerpo(s) ruinas.

      Negro lento con ruina verdadero refugio cuatro piezas sin ruido de espaldas. Piernas un solo bloque brazos pegados en los costados pequeño cuerpo frente a las lejanías. Nunca más que en sueño desvanecido no pasó la hora larga breve. Solo de pie pequeño cuerpo gris liso nada que rebase algunos agujeros. Un paso en las ruinas las arenas sobre la espalda hacia las lejanías lo dará. Nunca más que sueño días y noches hechos de sueños de otras noches días mejores. Revivirá al tiempo de un paso rehará día y noche sobre él las lejanías.

      En cuatro de espaldas verdadero refugio sin salida ruinas esparcidas. Pequeño cuerpo pequeño bloque partes invadidas culo un solo bloque raya gris invadida. Verdadero refugio al fin sin salida esparcido cuatro piezas sin ruido de espaldas. Lejanías sin fin tierra cielo confundidos. Nada que se mueva ni un soplo. Caras blancas trazo ojo tranquilo cabeza su razón ningún recuerdo. Ruinas esparcidas gris ceniza a la redonda verdadero refugio al fin sin salida.

      Gris ceniza pequeño cuerpo solo de pie corazón latiendo frente a las lejanías. Todo bello todo nuevo como en el tiempo bendecido reinará la desgracia. Tierra arena mismo gris como el aire el cielo el cuerpo las ruinas fin gris ceniza. Luz refugio blancura arrasa caras sin trazo ningún recuerdo. Infinito sin relieve pequeño cuerpo solo de pie mismo gris por todas partes tierra cielo cuerpo(s) ruinas. Cara en la tranquilidad blanca próxima a tocar ojo tranquilo al fin ningún recuerdo. Aún un paso uno único solo en las arenas sin asidero lo dará.

      Apagado abierto verdadero refugio sin salida hacia el que tan lejos por tan falso. Nunca más que silencio tal como en imaginación esas risas de loca esos gritos. Cabeza con el ojo tranquilo toda blancura tranquila luz ningún recuerdo. Quimera la aurora que disipa a las quimeras y (la) otra dicha morena.

Irá sobre la espalda frente al cielo reabierto sobre él las ruinas las arenas las lejanías. Aire gris sin tiempo tierra cielo confundidos mismo gris como las ruinas lejanas sin fin. Rehará día y noche sobre él las lejanías el aire corazón volverá a latir. Verdadero refugio al fin ruinas esparcidas mismo gris como las arenas.

      Frente al ojo tranquilo próximo a tocar tranquila toda blancura ningún recuerdo. Nunca más que imaginado el azul dicho en poesía celeste como en imaginación loca. Pequeño vacío gran luz cubo todo blancura cara sin trazo ningún recuerdo. No fue nunca más que aire gris sin tiempo nada que se mueva ni un soplo. Corazón latiendo solo de pie pequeño cuerpo cara gris rasgos invadidos ambos azul pálido. Luz blancura próxima a tocar cabeza con (par) el ojo tranquilo toda su razón ningún recuerdo.

      Pequeño cuerpo mismo gris como la tierra el cielo las ruinas solo de pie. Silencio ni un soplo mismo gris por todas partes tierra cielo cuerpo(s) ruinas. Apagado abierto cuatro piezas de espaldas verdadero refugio sin salida.

      Gris ceniza cielo reflejo de la tierra reflejo del cielo. Aire gris sin tiempo tierra cielo confundidos mismo gris como las ruinas lejanas sin fin. En las arenas sin asidero aún un paso hacia las lejanías lo dará. Rehará día y noche sobre él las lejanías el aire corazón volverá a latir.

Quimera luz no fue más que aire gris sin tiempo ni un ruido. Lejanías sin fin tierra cielo confundidos nada que se mueva ni un soplo. Lloverá sobre él como en el tiempo bendecido del azul la nube pasajera. Cielo gris sin nube ni un ruido nada que se mueva tierra arena gris ceniza.

      Pequeño vacío gran luz cubo todo blancura cara sin trazo ningún recuerdo. Infinito sin relieve pequeño cuerpo solo de pie mismo gris por todas partes tierra cielo cuerpo(s) ruinas. Ruinas esparcidas confundidas con la arena gris ceniza verdadero refugio. Cubo verdadero refugio al fin cuatro piezas sin ruido de espaldas. Nunca fue más que este invariable sueño la hora que pasa. Nunca fue más que aire gris sin tiempo quimera luz que pasa.

      En cuatro de espaldas verdadero refugio sin salida ruinas esparcidas. Revivirá el tiempo de un paso rehará día y noche sobre él las lejanías. Frente a la tranquilidad blanca próxima a tocar ojo tranquilo al fin ningún recuerdo. Cara gris ambos (deux) azul pálido pequeño cuerpo corazón latiendo solo de pie. Irá sobre la espalda frente al cielo reabierto sobre él las ruinas las arenas las lejanías. Tierra arena mismo gris como el aire el cielo el cuerpo las ruinas arena fin gris ceniza. Caras sin trazo próximos a tocar blancura arrasa ningún recuerdo.

      Corazón  latiendo de pie pequeño cuerpo cara gris rasgos invadidos ambos azul pálido. Solo de pie pequeño cuerpo gris liso nada que rebase algunos agujeros. Nunca más que sueño días y noches hechos de sueños de otras noches días mejores. Se moverá en las arenas eso se moverá en el cielo en el aire las arenas. Un paso en las ruinas las arenas sobre la espalda hacia las lejanías lo dará. Nunca más que silencio tal como en imaginación esas risas de loca esos gritos.

      Verdadero refugio al fin ruinas esparcidas mismo gris como las arenas. Ne fue nunca más que aire gris sin tiempo nada que se mueva ni un soplo. Caras blancas sin trazo ojo tranquilo cabeza su razón ningún recuerdo. Nunca más que en sueño desvanecido no pasó la hora larga breve. Cubo todo luz blancura arrasa caras sin trazo ningún recuerdo.

      Apagado abierto verdadero refugio sin salida hacia el que tan lejos por tan falso. Cabeza con el ojo tranquilo blancura tranquila luz ningún recuerdo. Todo bello todo nuevo como en el tiempo bendecido reinará la desgracia. Gris ceniza a la ronda tierra cielo confundidos lejanías sin fin. Ruinas esparcidas gris ceniza a la ronda verdadero refugio al fin sin salida. Nunca más que en sueño el bello sueño no tener más que un tiempo por hacer. Pequeño cuerpo cara gris rasgos grieta y pequeños agujeros ambos azul pálido.

      Ruinas verdadero refugio al fin hacia el que tan lejos por tan falso. Nunca más que imaginado el azul dicho en poesía celeste como en imaginación loca. Luz blancura próxima a tocar cabeza con el ojo tranquilo toda su razón ningún recuerdo.

      Negro lento con ruina verdadero refugio cuatro piezas sin ruido de espaldas. Tierra cielo confundidos infinito sin relieve cuerpo solo de pie. Aún un paso un único solo en las arenas sin asidero lo dará. Gris ceniza pequeño cuerpo solo de pie corazón latiendo frente a las lejanías. Luz refugio blancura arrasa caras sin trazo ningún recuerdo. Lejanías sin fin tierra cielo confundidos ni un ruido nada que se mueve.

      Piernas un solo bloque brazos pegados en los costados pequeño cuerpo frente a las lejanías. Verdadero refugio al fin sin salida esparcido cuatro piezas sin ruido de espaldas. Caras sin trazo blancura arrasa ojo tranquilo al fin ningún recuerdo. Maldecirá a Dios como al tiempo bendecido frente al cielo abierto el aguacero pasajero. Frente al ojo tranquilo próximo a tocar tranquila toda blancura ningún recuerdo.

      Pequeño cuerpo pequeño bloque corazón latiendo gris ceniza solo de pie. Pequeño cuerpo unido gris ceniza corazón latiendo frente a las lejanías. Pequeño cuerpo pequeño bloque partes invadidas culo un solo bloque raya gris invadida. Quimera la aurora que disipa las quimeras y (la) otra dicha morena.




[1] La palabra en francés es “pans” cuyo significado es muy amplio, y por lo tanto, ambiguo. Podría traducirse como pedazos, palmos, caras, retazos, lados, cuartas, entre otros. Sin embargo, se ha optado por la palabra “piezas” gracias a su etimología del latín “pannus” que comparte con el español.

lunes, 8 de octubre de 2012

CREACIÓN DEL MUNDO

Pierre Klossowski
                                    

Ser un gran señor que lleva espada; voltearse muchachas, señoras y señoritas; dar limosna a los pobres a condición de que renieguen de Dios, despojar a la viuda y al huérfano, desatender rentas y deudas; mantener poetas a condición de que canten el delirio de los sentidos, pintores capaces de retener los movimientos de la voluptuosidad, ingenieros por los placeres de un temblor de tierra por encargo; químicos para que ensayen venenos lentos y fulminantes; fundar algunas casas de estudios para reclutar allí un serrallo de odaliscas e icoglanes*[1], cazar al efebo, a pie o a caballo; ofrecer banquetes al populacho sobre un tablado provisto de trampas que se lo traguen a la hora de los postres; pero si todo esto no es posible, hacer representar espectáculos extraños, hacer celebrar la misa para profanar la hostia con el objeto de convocar al diablo, y si todo esto es muy engorroso a la larga, si uno se asombra de que ninguna advertencia clara y visible llegue para detenerlo, intentar darse miedo por otro medio, hacerse moler a golpes por los propios vasallos. Pero si el mundo asombrado le pregunta las razones de todo esto, afirmar que Dios no existe, pero que por el contrario Tiberio y Nerón sí existieron, que uno hizo crucificar al Hijo de Dios, que el otro arrojó a los leones a sus discípulos, y que al ser la inmortalidad del alma un señuelo, se trata de inmortalizarse en el mundo por medio de crímenes más que por medio de buenas acciones, puesto que el reconocimiento es pasajero y el resentimiento eterno. En síntesis, aceptar sonriendo pasar por un cerdo de Epicúreo o del ser; rodearse de una corte de sabios y de poetas, de artistas y de actores, de verdugos y de súbditos dispuestos a todos los caprichos del momento. Porque el momento está colmado de exigencias, porque el momento es insuperable.

    Ser ese gran señor es una cosa. Otra bien distinta es ser ese gran señor en un calabozo, no tener más que las intenciones de un gran señor, y saber que precisamente por haber tenido esas intenciones uno se encuentra entre cuatro paredes. En efecto, todo quedó en la intención: ¿acaso soñaba uno con realizarlas? Apenas intentamos un quinto de ese programa admirable. Pero por sí mismas esas intenciones eran de un peso aplastante, y he aquí que entre estos muros libran su insoportable secreto. En libertad, habíamos juzgado espiritual denominarnos “taimados”: y sin embargo los verdugos rompían los huesos a los Damiens, a los Mandrin, a los Cartouche[2]. — incluso, nobleza obliga: si nosotros, que pertenecemos a la raza de los fuertes, hemos transgredido las reglas para la protección del débil, ¿no fue acaso volviendo nuestra propia fuerza contra nosotros mismos para hacer de ello la última experiencia como fracasamos? Al fuego de nuestras pasiones, que sublevaron contra nosotros la voluntad general, encendamos la llama de la filosofía, deleitémonos en incendiar el mundo: ¿no somos nosotros mismos algo más que una brasa ardiente? Detrás de estos muros brama una revolución: los hambrientos de ayer serán los amos de hoy, porque es preciso que a cada cual le llegue su turno: ¿pero conocen ellos el hambre que nos devora en nuestra saciedad, nosotros, que somos los satisfechos del ayer? En verdad, ¡tendremos que padecer nuevas saciedades, nosotros, que somos hambrientos de un nuevo tipo! Libres, nos considerábamos como una fuerza de la Naturaleza, como el agente de sus intenciones, aceptábamos todas las ventajas que ofrece al fuerte a expensas del débil, listos para restituírsela desde el momento en que la reclame. Entre las cuatro paredes de nuestra celda, privados de nuestros alquimistas y de nuestros artistas, de nuestros sabios y de nuestros poetas, de nuestros comediantes y de nuestras víctimas, seremos nosotros mismos alquimistas y poetas, artistas y sabios, verdugos y comediantes, comediantes y víctimas. Una vez puestos en libertad no tendremos más amo que los gustos y las maneras, no tendremos más amo que la conciencia maliciosa, porque seremos sólo conciencia, y seremos la conciencia misma.

    A pesar de todo, con esta conciencia es menos posible disfrutar de una existencia aparentemente impune que vivir, a título de castigo que da derecho a intenciones inconfesables, confundido en la muchedumbre de esos contemporáneos conservadores o democráticos —todos igualmente preocupados por acumular riquezas mientras pretenden organizar el progreso social, la unidad nacional y el Imperio—, que vivir entre ellos no teniendo para distinguirse más que esta noble mala conciencia que hemos heredado, el único bien que hemos heredado, si es que es cierto que filosofar es obedecer a las leyes de un atavismo de orden superior. Esta noble conciencia maliciosa alimenta la constatación escandalosa que hemos hecho: el mundo moderno se envilece como consecuencia de la ausencia de esclavos. Constatación que cuesta cara al único en soportar las consecuencias que sólo él puede extraer de su constatación.

    Aceptar en esas condiciones una cátedra de filología en la Universidad de Basilea es tomar el más prudente incógnito, porque el ejercicio de una actividad intelectual o científica no puede sino tender a satisfacer antes que nada la curiosidad propia del individuo que somos, a satisfacerla a expensas incluso del medio social al cual debemos nuestros medios de conocimiento. Y es así que nos gustaría “conducir al adolescente hacia la Naturaleza, y mostrarle en todas partes el reino de sus leyes: luego las leyes de la sociedad burguesa. Entonces la pregunta no dejaría de hacerse escuchar: ¿era necesario que fuera así? Y poco a poco el adolescente tendrá necesidad de historia para aprender cómo se llegó al presente estado. Pero aprendiendo así la historia, aprenderá también cómo él mismo puede transformarse en otro. ¿Cuál es el poder del hombre sobre las cosas? Tal debería ser la pregunta inicial en toda educación. Y entonces, para mostrar cómo todo podría ser de otro modo en este mundo, evocaríamos el ejemplo de los griegos, después el de los romanos, para mostrar cómo se llegó aquí donde estamos”.

    Pero quien pretende así, desde lo alto de una cátedra de filología, aniquilar la autoridad de dos mil años, ve pronto a los más simpatizantes entre sus colegas apartarse a su paso, ve su grupo de alumnos dispersarse, se arriesga a dilapidar lo mejor de sí mismo en el esfuerzo vano de marcar a la joven generación con su propio destino.

    Es soportar un destino imposible de cambiar —y más hubiera valido, quizás, no haber nacido—, sentir un día que el Creador no ha creado ese día como los días precedentes; que uno ya no ha nacido de sus manos al despertar; que uno no es más que la espuma de la nada soñadora; y que el mundo ahora declina bajo la mirada, ahora que las venas divinas se han secado: todo lo que miramos y todo lo que nos rodea parece el cadáver del Creador; o bien, golpeados por la torpeza, experimentamos los límites de un gusano nacido sobre ese cadáver; con él el mundo exánime se descompone, y encontramos la felicidad de un gusano en la descomposición eterna del infinito cadáver de Dios; o bien, atormentados por una piedad clarividente, tenemos la fuerza de reconocernos en la inconmensurable carroña, y de decir: ¡soy yo! ¡Soy yo! ¡Soy yo que sufro las injurias de los gusanos!

    Tal es la desvergüenza de los que asistieron al Creador en sus últimos instantes. Tal es, también, su único remedio. ¿Qué les queda del mundo, sustraído a sus impulsivas investigaciones, sustraído a su insaciable amor, qué les queda del mundo que descomponen por medio del trabajo, raza de laboriosos impotentes, enfermos de no poder poseer el mundo a la medida del mundo? Les queda todavía la Naturaleza, su propia naturaleza. La Naturaleza, decimos, es objeto de la investigación científica. El hombre que se considera como un producto de la Naturaleza se comprenderá entonces, en tanto que Sabio, en esta búsqueda: será la Naturaleza estudiada a través de la naturaleza, y en él la serpiente que se muerde la cola encontrará su satisfacción. Pero he aquí lo que precisamente inquieta a la Sociedad a la que no le gustan los hombres-serpiente: en el transcurso de su frecuentación de la Naturaleza, el investigador descubre en cada reino modos de existencia y modos de disfrute, modos de poder y modos de adoración que son otras tantas sugerencias e inspiraciones; la Sociedad confía en el investigador para estar prevenida: ¿estas sugerencias son apropiadas para mantener la vida de la comunidad, o pueden estorbar el mantenimiento del orden? Para poder cultivar las ciencias sin peligro, la Sociedad exige del Sabio que no tenga secretos con la Naturaleza. Le exige que se considere como la Naturaleza estudiada por la naturaleza, que quiera respetar de buen grado la línea de demarcación que separa la Naturaleza del Sabio.

    Pero aquel que asistió al Creador en sus últimos momentos, que vio los miembros divinos ser presa de los gusanos, que se sintió como el sufrimiento póstumo de Dios, y que al amortajar a Dios perdió el mundo, no debe rendir cuentas a la Sociedad, no conoce ya línea de demarcación entre la Naturaleza y él mismo. Franquea esta línea y, desesperándose por crear alguna vez, se metamorfosea de Sabio que era en Naturaleza sabia; y si mantiene los afueras afables, graves y apacibles de un profesor, no es más que un último vestigio de pudor y de modestia verdaderamente exagerada, no es más que una consideración excesiva para su madre, su hermana y sus contemporáneos.




[1] Icoglans en el original. El término, de origen turco (itch-oghlân), significa “niño del interior del serrallo”. Muchas veces se trataba de niños de origen cristiano que constituían la guardia personal del sultán. Se los educaba, precisamente en casas de estudios especiales. [N. de laT.]
[2]  Damiens, Mandrin y Cartouche fueron tres ajusticiados cuyas hazañas o muertes permanecieron en la memoria popular francesa. La ejecución del primero es el impactante suplicio que abre el libro de Michel Foucault Vigilar y castigar, Damiens había atentado contra el rey Luis XV golpeándolo con una vara, no para matarlo sino para “darle una lección”. Fue ejecutado en 1757. Mandrin, contrabandista, padeció torturas similares en 1755 y tuvo una horrible muerte pública; su ingenio para el contrabando y las circunstancias de su apresamiento fueron letra de varias canciones de la época. Cartouche fue inmortalizado como un ladrón de ricos que defendía la soberanía del pueblo a través de una justicia distributiva y se convirtió en uno de los bandoleros más famosos de Francia. Había encontrado ocasión de sus negocios en la corrupción de la Regencia. Fue ajusticiado en 1721. [N. de laT.]