sábado, 22 de diciembre de 2012

EDUARDO COTE LAMUS

Terminando el 2012 presentamos al poeta Eduardo Cote Lamus, colombiano, con algunos de sus poemas. Siéntanlos.


YO SOY




 

Hay que sentir algo tan profundo como un dolor para poder decir: Yo vivo.

Hay que vivir atenazando con la mano las angustias para poder decir: Yo siento.

Hay que vagar sintiendo entre los brazos del cometa para poder decir: Yo sueño.

Hay que soñar partiendo del cosmos del tormento para poder decir: Yo sangro.

Hay que sangrar las mil arterias de las almas para poder decir: Yo plasmo.

Hay que plasmar lágrimas entre rocas de ansia para poder decir: Yo amo.

Hay que subir palpando desde la célula del mundo hasta el secreto de Dios para poder decir: Yo pienso.

Hay que soñar, sangrar, sentir, plasmar, vagar, subir, amar y vivir atenazando siempre, para poder decir: YO SOY.

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YO TE DIJE UNA VEZ

Yo te dije una vez: búscame más allá del canto de los pájaros y de la savia del viento y de la sangre del verbo, porque si te detienes en mi rostro únicamente sólo podrás decir: es un fantasma.

Aquí sólo el tiempo relata caracoles para que de pronto me siembre entre las piedras y queden los espartos como únicos testigos de una voz que fue de bote en bote arrancando cisternas y faroles.

Pasa la vida arándome la frente como si la sombra hubiera abierto las palabras y todo cuanto mi sed ha atenazado va empozándome en mis venas destruidas que no quieren ver el alma ni el silencio.

(Suena, suena, corazón, y mueve, mueve estas manos que poseen la distancia y estas ansias revueltas en los dedos y esta lengua mordida en los deseos y esta carne floja y podrida que remacha el espíritu en el cuerpo).

Yo, ahora, no digo nada más. Espera que derrumbe las orquídeas y el temblor de las rosas en el aire y que plante al fin de los ensueños

las miradas en la palma de tu mano.
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EL CUERPO DOMINADO

Para morir tenemos grande el cuerpo. La muerte es el tamaño de la vida. Soñamos. La plegaria viene luego, cuando la sombra aumenta el corazón; la luz de pronto se abre, quema. Soy un cuerpo encadenado lleno de alma. La memoria, la fe, la condición de ser un hombre más entre los hombres: pecado vigilante, me limitan. Cuando se tiene el pan yo pienso que los pobres tienen hambre porque como, cuando padezco yo sed de justicia digo que no soy quién para obtenerla, cuando busco en la vida solamente aquello que he querido, me conmuevo, porque siempre el dolor fue deseado. El cuerpo no es culpable: es manso, duerme. Tenemos que purificar el alma, amigos

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A JORGE GAITÁN DURÁN

Cómo pesa la luz en este otoño. Todo lo borra, todo lo consume; su mano es solamente hierro, yunta; nos dice: aquí está el bien, aquí está el mal, y no nos deja optar. Vas por caminos acaso demasiado claros: la luz de otoño es honda, ciega, pesa en las hojas lo que un día en un muerto. Remontando palabras has buscado la presencia del hombre, la insistencia en lo triste: medidas de tu asombro. Me parece que no has hallado nada y que las cosas te reclaman. Vuelves. La luz se te ha dormido entre los huesos y el viento acaudillando eriales vino a morir entre tu sombra. Por cuantos países fuiste te nació un recuerdo: ¡cuántos días gastaste para ver el destino frustrado! Y te has caído sobre tus pasos, solo. Tú regresas. Devolverás los sueños inservibles y de nuevo el calor, las viejas muertes de los abuelos, las tumbas resecas, el aliento de los contrabandistas con bocas llenas de vainas y de oro y el oculto lector de tus poemas, no te comprenderán; para ellos, luz; tienes la sombra muy oscura, amigo. ¿No imaginas el sol como un gran río a fuego lento y que se nutre con

la ceniza de sus despojos, Jorge?

-------------------------------------------------- ESTORAQUES

III

El tiempo nada más en la piel del estoraque, el tiempo como un perro que nunca llega al hueso, el tiempo ladrando como perro, como un perro derrotado por los sueños.

En la superficie el tiempo: Heráclito el Oscuro hubiera aquí encontrado que su río es la sed, hubiese aquí encontrado que es mejor el limo que los días, el cristal que las imágenes, la rueda del molino igual al agua.

Aquí las ruinas no están quietas: el viento las modela. Por ejemplo lo que antes era escombro de palacio lo convirtió en estatua la erosión y lo que fue la sombra de la torre es ahora la sombra del chalán.

Ese bote de lanza del jinete contra algo inexistente, ese ademán de contienda en esos ojos sin sueño, ese violento paso del caballo detenido por siempre, ese color, fueron antes las bases de algún templo, el comienzo de algún arco, el fin de tanta fe entregada a un dios terrible.

Hoy es un rostro, máscara mañana, sueño primero, luego ni recuerdo, columna ardiendo en el viento en llamas, tórridas manos sobre la garganta del caballero ecuestre, río, ríos de sombra al rojo blanco dominando aquello que existencia fue sin duda.

En esta sucesión que nadie nota algo que no se mueve ni transforma, algo quieto a pesar de tanto caos, algo que permanece sin embargo aunque desaparezcan estoraques y nazcan otros, aunque aquellos bosques de serpientes de pie como escuchando la flauta del encanto comprendieran que nunca han existido.

Pero es que aquí, también, todo se queda. Es que acaso ¿razón tenía Parménides? En fundamento todo permanece, los elementos son iguales siempre y la materia siempre es inmutable, inmóvil es el ser y no se mueve (ser y pensar son una cosa misma) y todo esto que vemos y sentimos es no más que un asunto incomprensible.

No más que la alta hoguera de la estrella sobre este mundo. Nada más que el sueño de pronto convertido en nada. Nada distinto al propio fuego en que se incendia ebria, la luz, muy dentro de la tierra o encima de la lámpara que lleva todo nombre encendido. El estoraque siempre tiene las luces apagadas.

Al polvo nada vuelve, todo queda delante de los ojos y las manos sin poder recoger huellas de arena, sin poder encontrar en tanta forma cosa distinta de nuestro fracaso. Por esto, Gorgias, Gorgias, yo te veo. En la verdad te vi, en lo incomprensible después de preguntar qué significan

esta vida, estos monstruos, estos sueños.

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SILVA


Como irse a la habitación más oscura de la casa y allí desterrarse y ser orgullo hasta la humildad; como las noches en placer extranjero, sin idiomas, buscando con ojos voraces la mujer más sencilla entonces la más cruel porque se haya visto deseada; como hundirse hasta la conciencia y encontrar que las culpas son más densas que el alma, y obligarse a la resignación; igual que preguntar por un amigo y saber que desapareció desde la infancia: así fue Silva rechazado peor que los insectos. Lo imagino con la rabia como una hacha entre los dientes queriendo abrirse paso entre la vida, de tan densa, tratando de inculcar a la sociedad que acompañaba el obrar noblemente y el buen gusto; pero ellos, hijos de las masturbaciones y de la vanagloria, sólo sabían de sílabas a golpe de dedo e ignoraban la armonía y el mundo de las palabras. Su juventud fue el conocimiento de la poesía o el hallazgo de la soledad. La risa de Verlaine también fue mueca en silva, y por su rostro, tenso como el salto de un tigre, cruzó la sonrisa cuando la piel se le fue llenando de palomas.

Porque triste es querer aquello que es mortal; más le vale al hombre aceptar su fracaso desde los abuelos o esperar con el calor sofocante y brutal y sin el menor soplo de aire, y sentir que una ave inmensa pugna desde el centro de la tierra por salir, y que la carne se agrieta como Cúcuta después de los temblores y ver que todo es claridad o sombra y que todo se traspasa como las manos al fuego. Hasta la misma poesía a Silva le fue adversa. A veces uno piensa que su sepulcro eran sus huesos, arbitrariamente erguidos como ley en su estatura. Pero a Silva el cuerpo le quedaba estrecho como un muerto con ataúd pequeño, como esos muertos que van creciendo en los velorios y hacen crepitar la madera.
La gana de no vivir, el desconsuelo, el paso de la dificultad a un nuevo abatimiento, el desvivirse y creer, la enfermedad del siglo, el doctor y sus dogmas como látigos, la inconformidad y también el no creer.

Como flecha que crece en el árbol hasta que madura para el arco, como los árboles que por tanto contemplarse desbordan el río: La muerte que nació contigo, y la vida, ese otro nombre de la muerte, te llenaron hasta inundarte, hasta saber que en ti no había sino un naufragio: que tu olfato combatía con el gusto, tu ojo contra los objetos.

Las manos contara sí mismas y enemigas del tacto, el silencio contara tu oído, tus sueños contara la memoria, que tu pie derecho no era aliado de tu pie izquierdo, que cada músculo era un desafío contra tus huesos, que el olvido no llegaba, y que el futuro, la perpetua contienda, estaba lleno de vencimientos, y el asco... Ahora conoces los cambios de la naturaleza.
Pero, ¿ Cuántas veces renaciste en la flores silvestres?¿ Que casco de potro la sal de tu sangre endureció ?¿Relinchó acaso acaso cuando supo que coceaba un muerto?

Ahora, dentro de la tierra, ¿ trabajas en algún metal que estallará como conjuro para los días de la solemne restitución de los vivos ?

Humillado por la misma poesía que no supo defenderte tu presencia está en las mismas palabras que se fugan, en la noche que llega sin saber detenerse.

No se llore la muerte porque la muerte es una compañía, ni la vida, sino las de que de nosotros nacerán, y a los hombres que vinieren y a nosotros, Dios nos guarde,
ahora, y en la hora, de nuestro nacimiento, amén.
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EL VÉRTIGO
Para Alfonso Costafreda


Todo se va cayendo, todo es piedra,
molino que cambia aire por harina
como el hombre es igual a lo que anhela.
Todo se va cayendo, todo es plomo
que cae ceniciento por la piel.
Y todo va cayendo al miedo. Alguien
usa la voz como perfume: cae
sobre su sombra y la destruye, cae
envuelto de pasión sobre sus pasos:
los borra, los sepulta, los camina.
Todo se va cayendo, todo es sueño:
la luz para encenderla tiene un nombre,
otro para apagarla. Todo es sueño.
Alguien se fue quitando días, poco
a poco, hasta quedar sin años, para
meterse en tierra y embozarse en ella.

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LA BOCA OSCURA

En cada viento llega una palabra,
igual que cada sueño tiene un nombre;
y el movimiento de la primavera,
con su viaje de vuelta en el otoño,
deja atrás un lenguaje que ella olvida.
Siempre la boca tiene labios nuevos.
Pero siempre es oscura porque nunca
obtiene lo que muda: el testimonio
del tiempo que se va, no el que se queda.
Un fuego inaugural, como una estatua
que fuese a hablar, las voces de un metal
desconocido de los hombres, no
de la montaña. Y es deber del canto
hermosamente relatar el árbol,
no el que vemos y bajo el cual soñamos,
sino la imagen que se lleva el rio.


Fuentes: http://caribe.udea.edu.co/~hlopera/La_Palabra_Viva/ecl.html

http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/literatura/alpoco/alpoco21.htm

http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/colombia/eduardo_cote_lamus.html

domingo, 25 de noviembre de 2012

SYLVIA PLATH

Les compartimos algunos poemas de esta escritora estadounidense.





CANCIÓN DE AMOR DE LA JOVEN LOCA


Cierro los ojos y el mundo muere;
Levanto los párpados y nace todo nuevamente.
(Creo que te inventé en mi mente).

Las estrellas salen valseando en azul y rojo,
Sin sentir galopa la negrura:
Cierro los ojos y el mundo muere.

Soñé que me hechizabas en la cama
Cantabas el sonido de la luna, me besabas locamente.
(Creo que te inventé en mi mente).

Dios cae del cielo, las llamas del infierno se debilitan:
Escapan serafines y soldados de satán:
Cierro los ojos y el mundo muere.

Imaginé que volverías como dijiste,
Pero crecí y olvidé tu nombre.
(Creo que te inventé en mi mente).

Debí haber amado al pájaro de trueno, no a ti;
Al menos cuando la primavera llega ruge nuevamente.
Cierro los ojos y el mundo muere.
(Creo que te inventé en mi mente)


LÍMITE
(último poema, escrito la víspera del suicidio)

La mujer alcanzó la perfección.
Su cuerpo muerto muestra la sonrisa de realización,
la apariencia de una necesidad griega
fluye por los pergaminos de su toga,
sus pies desnudos parecen decir,
hasta aquí hemos llegado, se acabó.
Los niños muertos, ovillados, blancas serpientes,
uno a cada pequeña jarra de leche ahora vacía.
Ella los ha plegado de nuevo hacia su cuerpo;
así los pétalos de una rosa cerrada,
cuando el jardín se envara
y los olores sangran de las dulces gargantas
profundas de la flor de la noche.
La luna no tiene por qué entristecerse,
mirando con fijeza desde su capucha de hueso.
Está acostumbrada a este tipo de cosas.
Sus negros crepitan y se arrastran. 




AMAPOLAS EN JULIO

Pequeñas amapolas, llamitas infernales,
¿es que daño no hacéis?
Se apagan y reviven. No puedo tocarlas.
En su fuego pongo las manos. Nada se incendia.
Contemplarlas me consume
Llameando así, su rojo ajado y brillante como piel
de alguna boca.
¡Una boca recién ensangrentada
pequeñas faldas sangrientas!
Hay efluvios que no puedo asir.
¿Dónde están tus opios, tus asquerosas cápsulas?
¡Si pudiera desangrarme y dormir! —
¡Si pudiera mi boca unir a una herida así!
Oh, vuestros líquidos rezuman en mí, cápsula de vidrio
Apagándose y aquietándose.
Mas, sin color, sin color. Descoloridamente.


MONÓLOGO A LAS 3 A.M.

Mejor que se desgarre
cada fibra, que la ira fluya
desatada, la sangre empapando, vívida,
el sofá, la alfombra, el suelo,
mientras el calendario con forma de serpiente
me asegura que estás
a un millón de verdes condados de aquí;

mejor eso que quedarme aquí sentada, muda,
convulsionándome así bajo las espuelas de los astros,
con la mirada perdida, echando pestes,
maldiciendo todas y cada una de las veces
que nos despedimos, que los trenes partieron
arrancando a esta loca, estúpida magnánima
de su único reino.


UNA APARICIÓN

La sonrisa de las heladeras me aniquila
¡Corrientes tan azules en las venas de mi amada!
Escucho el ronronear de su gran corazón.
De su boca salen como besos
los símbolos de conjunción y porcentaje
En su cabeza es lunes: la moral
se lava, se plancha y se entrega.
¿Y yo quién soy para entender estas contradicciones?
yo uso puños blancos y me inclino.
¿Entonces es ésto el amor, esta materia roja
saliendo de la aguja de acero que vuela así de ciega?
Va a hacer tapados y vestiditos
para abrigar a una dinastía.
Cómo se abre y se cierra su cuerpo.
¡Un reloj suizo, con rubíes en las bisagras!
¡Oh, corazón, tanto desorden!
las estrellas se encienden como cifras terribles,
los párpados de ella recitan el abecedario.


ÚLTIMAS PALABRAS

No quiero una simple caja, quiero un sarcófago
con rayas de tigre, y una cara redonda
como la luna para poder contemplar.
Quiero estar mirándolos cuando vengan
recogiendo los tontos minerales y las raíces.
Ya los veo - las caras pálidas, lejanas como estrellas.
Ahora no son nada, ni siquiera bebés.
Me los imagino sin padre ni madre, como los primeros dioses.
Se van a preguntar si fui importante.
¡Tendría que azucarar y conservar mis días como frutas!
Mi espejo está empañándose --
Unas pocas respiraciones, y no reflejará nada más.
Las flores y los rostros blanquean como sábanas.
No confío en el espíritu. Se escapa en sueños
como vapor, a través de la boca o del ojo. No puedo detenerlo.
Un día no volverá. Las cosas no son así.
Se quedan, sus brillitos especiales
se calientan de tanto uso. Casi ronronean.
Cuando se me enfríen las plantas de los pies,
el ojo azul de mi turquesa me consolará.
Déjenme llevar mis ollas de cobre, dejen que mis potes de rouge
florezcan sobre mí como flores nocturnas, perfumadas.
Me van a envolver en vendas, van a guardar mi corazón
bajo mis pies en un paquete prolijo.
Difícilmente me reconoceré. Va a estar oscuro,
y el brillo de estas pequeñas cosas será más dulce que la cara de Ishtar.

jueves, 25 de octubre de 2012

SIN


Samuel Beckett
Traducción: Pedro Alzáte
      
Ruinas verdadero refugio al fin hacia el que tan lejos por tan falso. Lejanías sin fin tierra cielo confundidos no un ruido nada que se mueva. Cara gris ambos azul pálido pequeño cuerpo batiendo solo de pie. Apagado abierto cuatro piezas[1] de espaldas verdadero refugio sin salida.

     Ruinas esparcidas confundidas con la arena gris ceniza verdadero refugio. Cubo todo luz blancura arrasa caras sin trazo ningún recuerdo. Nunca fue más que aire gris sin tiempo quimera luz que pasa. Gris ceniza cielo reflejo de la tierra reflejo del cielo. Nunca fue más que este invariable sueño la hora que pasa.

      Maldecirá a Dios como al tiempo bendecido frente al cielo abierto el aguacero pasajero. Pequeño cuerpo cara gris rasgos grieta y pequeños agujeros ambos azul pálido. Cara sin trazo blancura arrasa ojo tranquilo al fin ningún recuerdo.

      Quimera luz no fue nunca más que aire gris sin tiempo ni un ruido. Cara sin trazo próximos a tocar blancura arrasa ningún recuerdo. Pequeño cuerpo unido gris ceniza corazón latiendo frente a las lejanías. Llorará sobre él como en el tiempo bendecido del azul la nube pasajera. Cubo verdadero refugio al fin cuatro piezas sin ruido de espaldas.

      Cielo gris sin nube ni un ruido nada que se mueva tierra arena gris ceniza. Pequeño cuerpo mismo gris como la tierra el cielo las ruinas solo de pie. Gris ceniza a la redonda tierra cielo confundidos lejanías sin fin.

      Se moverá en las arenas eso se moverá en el cielo en el aire las arenas. Nunca más que un sueño el bello sueño no tener más que un tiempo por hacer. Pequeño cuerpo pequeño bloque corazón latiendo gris ceniza solo de pie. Tierra cielo confundidos infinito sin relieve pequeño cuerpo solo de pie. En las arenas sin asidero aún un paso hacia las lejanías lo dará. Silencio ni un soplo mismo gris por todas partes tierra cielo cuerpo(s) ruinas.

      Negro lento con ruina verdadero refugio cuatro piezas sin ruido de espaldas. Piernas un solo bloque brazos pegados en los costados pequeño cuerpo frente a las lejanías. Nunca más que en sueño desvanecido no pasó la hora larga breve. Solo de pie pequeño cuerpo gris liso nada que rebase algunos agujeros. Un paso en las ruinas las arenas sobre la espalda hacia las lejanías lo dará. Nunca más que sueño días y noches hechos de sueños de otras noches días mejores. Revivirá al tiempo de un paso rehará día y noche sobre él las lejanías.

      En cuatro de espaldas verdadero refugio sin salida ruinas esparcidas. Pequeño cuerpo pequeño bloque partes invadidas culo un solo bloque raya gris invadida. Verdadero refugio al fin sin salida esparcido cuatro piezas sin ruido de espaldas. Lejanías sin fin tierra cielo confundidos. Nada que se mueva ni un soplo. Caras blancas trazo ojo tranquilo cabeza su razón ningún recuerdo. Ruinas esparcidas gris ceniza a la redonda verdadero refugio al fin sin salida.

      Gris ceniza pequeño cuerpo solo de pie corazón latiendo frente a las lejanías. Todo bello todo nuevo como en el tiempo bendecido reinará la desgracia. Tierra arena mismo gris como el aire el cielo el cuerpo las ruinas fin gris ceniza. Luz refugio blancura arrasa caras sin trazo ningún recuerdo. Infinito sin relieve pequeño cuerpo solo de pie mismo gris por todas partes tierra cielo cuerpo(s) ruinas. Cara en la tranquilidad blanca próxima a tocar ojo tranquilo al fin ningún recuerdo. Aún un paso uno único solo en las arenas sin asidero lo dará.

      Apagado abierto verdadero refugio sin salida hacia el que tan lejos por tan falso. Nunca más que silencio tal como en imaginación esas risas de loca esos gritos. Cabeza con el ojo tranquilo toda blancura tranquila luz ningún recuerdo. Quimera la aurora que disipa a las quimeras y (la) otra dicha morena.

Irá sobre la espalda frente al cielo reabierto sobre él las ruinas las arenas las lejanías. Aire gris sin tiempo tierra cielo confundidos mismo gris como las ruinas lejanas sin fin. Rehará día y noche sobre él las lejanías el aire corazón volverá a latir. Verdadero refugio al fin ruinas esparcidas mismo gris como las arenas.

      Frente al ojo tranquilo próximo a tocar tranquila toda blancura ningún recuerdo. Nunca más que imaginado el azul dicho en poesía celeste como en imaginación loca. Pequeño vacío gran luz cubo todo blancura cara sin trazo ningún recuerdo. No fue nunca más que aire gris sin tiempo nada que se mueva ni un soplo. Corazón latiendo solo de pie pequeño cuerpo cara gris rasgos invadidos ambos azul pálido. Luz blancura próxima a tocar cabeza con (par) el ojo tranquilo toda su razón ningún recuerdo.

      Pequeño cuerpo mismo gris como la tierra el cielo las ruinas solo de pie. Silencio ni un soplo mismo gris por todas partes tierra cielo cuerpo(s) ruinas. Apagado abierto cuatro piezas de espaldas verdadero refugio sin salida.

      Gris ceniza cielo reflejo de la tierra reflejo del cielo. Aire gris sin tiempo tierra cielo confundidos mismo gris como las ruinas lejanas sin fin. En las arenas sin asidero aún un paso hacia las lejanías lo dará. Rehará día y noche sobre él las lejanías el aire corazón volverá a latir.

Quimera luz no fue más que aire gris sin tiempo ni un ruido. Lejanías sin fin tierra cielo confundidos nada que se mueva ni un soplo. Lloverá sobre él como en el tiempo bendecido del azul la nube pasajera. Cielo gris sin nube ni un ruido nada que se mueva tierra arena gris ceniza.

      Pequeño vacío gran luz cubo todo blancura cara sin trazo ningún recuerdo. Infinito sin relieve pequeño cuerpo solo de pie mismo gris por todas partes tierra cielo cuerpo(s) ruinas. Ruinas esparcidas confundidas con la arena gris ceniza verdadero refugio. Cubo verdadero refugio al fin cuatro piezas sin ruido de espaldas. Nunca fue más que este invariable sueño la hora que pasa. Nunca fue más que aire gris sin tiempo quimera luz que pasa.

      En cuatro de espaldas verdadero refugio sin salida ruinas esparcidas. Revivirá el tiempo de un paso rehará día y noche sobre él las lejanías. Frente a la tranquilidad blanca próxima a tocar ojo tranquilo al fin ningún recuerdo. Cara gris ambos (deux) azul pálido pequeño cuerpo corazón latiendo solo de pie. Irá sobre la espalda frente al cielo reabierto sobre él las ruinas las arenas las lejanías. Tierra arena mismo gris como el aire el cielo el cuerpo las ruinas arena fin gris ceniza. Caras sin trazo próximos a tocar blancura arrasa ningún recuerdo.

      Corazón  latiendo de pie pequeño cuerpo cara gris rasgos invadidos ambos azul pálido. Solo de pie pequeño cuerpo gris liso nada que rebase algunos agujeros. Nunca más que sueño días y noches hechos de sueños de otras noches días mejores. Se moverá en las arenas eso se moverá en el cielo en el aire las arenas. Un paso en las ruinas las arenas sobre la espalda hacia las lejanías lo dará. Nunca más que silencio tal como en imaginación esas risas de loca esos gritos.

      Verdadero refugio al fin ruinas esparcidas mismo gris como las arenas. Ne fue nunca más que aire gris sin tiempo nada que se mueva ni un soplo. Caras blancas sin trazo ojo tranquilo cabeza su razón ningún recuerdo. Nunca más que en sueño desvanecido no pasó la hora larga breve. Cubo todo luz blancura arrasa caras sin trazo ningún recuerdo.

      Apagado abierto verdadero refugio sin salida hacia el que tan lejos por tan falso. Cabeza con el ojo tranquilo blancura tranquila luz ningún recuerdo. Todo bello todo nuevo como en el tiempo bendecido reinará la desgracia. Gris ceniza a la ronda tierra cielo confundidos lejanías sin fin. Ruinas esparcidas gris ceniza a la ronda verdadero refugio al fin sin salida. Nunca más que en sueño el bello sueño no tener más que un tiempo por hacer. Pequeño cuerpo cara gris rasgos grieta y pequeños agujeros ambos azul pálido.

      Ruinas verdadero refugio al fin hacia el que tan lejos por tan falso. Nunca más que imaginado el azul dicho en poesía celeste como en imaginación loca. Luz blancura próxima a tocar cabeza con el ojo tranquilo toda su razón ningún recuerdo.

      Negro lento con ruina verdadero refugio cuatro piezas sin ruido de espaldas. Tierra cielo confundidos infinito sin relieve cuerpo solo de pie. Aún un paso un único solo en las arenas sin asidero lo dará. Gris ceniza pequeño cuerpo solo de pie corazón latiendo frente a las lejanías. Luz refugio blancura arrasa caras sin trazo ningún recuerdo. Lejanías sin fin tierra cielo confundidos ni un ruido nada que se mueve.

      Piernas un solo bloque brazos pegados en los costados pequeño cuerpo frente a las lejanías. Verdadero refugio al fin sin salida esparcido cuatro piezas sin ruido de espaldas. Caras sin trazo blancura arrasa ojo tranquilo al fin ningún recuerdo. Maldecirá a Dios como al tiempo bendecido frente al cielo abierto el aguacero pasajero. Frente al ojo tranquilo próximo a tocar tranquila toda blancura ningún recuerdo.

      Pequeño cuerpo pequeño bloque corazón latiendo gris ceniza solo de pie. Pequeño cuerpo unido gris ceniza corazón latiendo frente a las lejanías. Pequeño cuerpo pequeño bloque partes invadidas culo un solo bloque raya gris invadida. Quimera la aurora que disipa las quimeras y (la) otra dicha morena.




[1] La palabra en francés es “pans” cuyo significado es muy amplio, y por lo tanto, ambiguo. Podría traducirse como pedazos, palmos, caras, retazos, lados, cuartas, entre otros. Sin embargo, se ha optado por la palabra “piezas” gracias a su etimología del latín “pannus” que comparte con el español.

lunes, 8 de octubre de 2012

CREACIÓN DEL MUNDO

Pierre Klossowski
                                    

Ser un gran señor que lleva espada; voltearse muchachas, señoras y señoritas; dar limosna a los pobres a condición de que renieguen de Dios, despojar a la viuda y al huérfano, desatender rentas y deudas; mantener poetas a condición de que canten el delirio de los sentidos, pintores capaces de retener los movimientos de la voluptuosidad, ingenieros por los placeres de un temblor de tierra por encargo; químicos para que ensayen venenos lentos y fulminantes; fundar algunas casas de estudios para reclutar allí un serrallo de odaliscas e icoglanes*[1], cazar al efebo, a pie o a caballo; ofrecer banquetes al populacho sobre un tablado provisto de trampas que se lo traguen a la hora de los postres; pero si todo esto no es posible, hacer representar espectáculos extraños, hacer celebrar la misa para profanar la hostia con el objeto de convocar al diablo, y si todo esto es muy engorroso a la larga, si uno se asombra de que ninguna advertencia clara y visible llegue para detenerlo, intentar darse miedo por otro medio, hacerse moler a golpes por los propios vasallos. Pero si el mundo asombrado le pregunta las razones de todo esto, afirmar que Dios no existe, pero que por el contrario Tiberio y Nerón sí existieron, que uno hizo crucificar al Hijo de Dios, que el otro arrojó a los leones a sus discípulos, y que al ser la inmortalidad del alma un señuelo, se trata de inmortalizarse en el mundo por medio de crímenes más que por medio de buenas acciones, puesto que el reconocimiento es pasajero y el resentimiento eterno. En síntesis, aceptar sonriendo pasar por un cerdo de Epicúreo o del ser; rodearse de una corte de sabios y de poetas, de artistas y de actores, de verdugos y de súbditos dispuestos a todos los caprichos del momento. Porque el momento está colmado de exigencias, porque el momento es insuperable.

    Ser ese gran señor es una cosa. Otra bien distinta es ser ese gran señor en un calabozo, no tener más que las intenciones de un gran señor, y saber que precisamente por haber tenido esas intenciones uno se encuentra entre cuatro paredes. En efecto, todo quedó en la intención: ¿acaso soñaba uno con realizarlas? Apenas intentamos un quinto de ese programa admirable. Pero por sí mismas esas intenciones eran de un peso aplastante, y he aquí que entre estos muros libran su insoportable secreto. En libertad, habíamos juzgado espiritual denominarnos “taimados”: y sin embargo los verdugos rompían los huesos a los Damiens, a los Mandrin, a los Cartouche[2]. — incluso, nobleza obliga: si nosotros, que pertenecemos a la raza de los fuertes, hemos transgredido las reglas para la protección del débil, ¿no fue acaso volviendo nuestra propia fuerza contra nosotros mismos para hacer de ello la última experiencia como fracasamos? Al fuego de nuestras pasiones, que sublevaron contra nosotros la voluntad general, encendamos la llama de la filosofía, deleitémonos en incendiar el mundo: ¿no somos nosotros mismos algo más que una brasa ardiente? Detrás de estos muros brama una revolución: los hambrientos de ayer serán los amos de hoy, porque es preciso que a cada cual le llegue su turno: ¿pero conocen ellos el hambre que nos devora en nuestra saciedad, nosotros, que somos los satisfechos del ayer? En verdad, ¡tendremos que padecer nuevas saciedades, nosotros, que somos hambrientos de un nuevo tipo! Libres, nos considerábamos como una fuerza de la Naturaleza, como el agente de sus intenciones, aceptábamos todas las ventajas que ofrece al fuerte a expensas del débil, listos para restituírsela desde el momento en que la reclame. Entre las cuatro paredes de nuestra celda, privados de nuestros alquimistas y de nuestros artistas, de nuestros sabios y de nuestros poetas, de nuestros comediantes y de nuestras víctimas, seremos nosotros mismos alquimistas y poetas, artistas y sabios, verdugos y comediantes, comediantes y víctimas. Una vez puestos en libertad no tendremos más amo que los gustos y las maneras, no tendremos más amo que la conciencia maliciosa, porque seremos sólo conciencia, y seremos la conciencia misma.

    A pesar de todo, con esta conciencia es menos posible disfrutar de una existencia aparentemente impune que vivir, a título de castigo que da derecho a intenciones inconfesables, confundido en la muchedumbre de esos contemporáneos conservadores o democráticos —todos igualmente preocupados por acumular riquezas mientras pretenden organizar el progreso social, la unidad nacional y el Imperio—, que vivir entre ellos no teniendo para distinguirse más que esta noble mala conciencia que hemos heredado, el único bien que hemos heredado, si es que es cierto que filosofar es obedecer a las leyes de un atavismo de orden superior. Esta noble conciencia maliciosa alimenta la constatación escandalosa que hemos hecho: el mundo moderno se envilece como consecuencia de la ausencia de esclavos. Constatación que cuesta cara al único en soportar las consecuencias que sólo él puede extraer de su constatación.

    Aceptar en esas condiciones una cátedra de filología en la Universidad de Basilea es tomar el más prudente incógnito, porque el ejercicio de una actividad intelectual o científica no puede sino tender a satisfacer antes que nada la curiosidad propia del individuo que somos, a satisfacerla a expensas incluso del medio social al cual debemos nuestros medios de conocimiento. Y es así que nos gustaría “conducir al adolescente hacia la Naturaleza, y mostrarle en todas partes el reino de sus leyes: luego las leyes de la sociedad burguesa. Entonces la pregunta no dejaría de hacerse escuchar: ¿era necesario que fuera así? Y poco a poco el adolescente tendrá necesidad de historia para aprender cómo se llegó al presente estado. Pero aprendiendo así la historia, aprenderá también cómo él mismo puede transformarse en otro. ¿Cuál es el poder del hombre sobre las cosas? Tal debería ser la pregunta inicial en toda educación. Y entonces, para mostrar cómo todo podría ser de otro modo en este mundo, evocaríamos el ejemplo de los griegos, después el de los romanos, para mostrar cómo se llegó aquí donde estamos”.

    Pero quien pretende así, desde lo alto de una cátedra de filología, aniquilar la autoridad de dos mil años, ve pronto a los más simpatizantes entre sus colegas apartarse a su paso, ve su grupo de alumnos dispersarse, se arriesga a dilapidar lo mejor de sí mismo en el esfuerzo vano de marcar a la joven generación con su propio destino.

    Es soportar un destino imposible de cambiar —y más hubiera valido, quizás, no haber nacido—, sentir un día que el Creador no ha creado ese día como los días precedentes; que uno ya no ha nacido de sus manos al despertar; que uno no es más que la espuma de la nada soñadora; y que el mundo ahora declina bajo la mirada, ahora que las venas divinas se han secado: todo lo que miramos y todo lo que nos rodea parece el cadáver del Creador; o bien, golpeados por la torpeza, experimentamos los límites de un gusano nacido sobre ese cadáver; con él el mundo exánime se descompone, y encontramos la felicidad de un gusano en la descomposición eterna del infinito cadáver de Dios; o bien, atormentados por una piedad clarividente, tenemos la fuerza de reconocernos en la inconmensurable carroña, y de decir: ¡soy yo! ¡Soy yo! ¡Soy yo que sufro las injurias de los gusanos!

    Tal es la desvergüenza de los que asistieron al Creador en sus últimos instantes. Tal es, también, su único remedio. ¿Qué les queda del mundo, sustraído a sus impulsivas investigaciones, sustraído a su insaciable amor, qué les queda del mundo que descomponen por medio del trabajo, raza de laboriosos impotentes, enfermos de no poder poseer el mundo a la medida del mundo? Les queda todavía la Naturaleza, su propia naturaleza. La Naturaleza, decimos, es objeto de la investigación científica. El hombre que se considera como un producto de la Naturaleza se comprenderá entonces, en tanto que Sabio, en esta búsqueda: será la Naturaleza estudiada a través de la naturaleza, y en él la serpiente que se muerde la cola encontrará su satisfacción. Pero he aquí lo que precisamente inquieta a la Sociedad a la que no le gustan los hombres-serpiente: en el transcurso de su frecuentación de la Naturaleza, el investigador descubre en cada reino modos de existencia y modos de disfrute, modos de poder y modos de adoración que son otras tantas sugerencias e inspiraciones; la Sociedad confía en el investigador para estar prevenida: ¿estas sugerencias son apropiadas para mantener la vida de la comunidad, o pueden estorbar el mantenimiento del orden? Para poder cultivar las ciencias sin peligro, la Sociedad exige del Sabio que no tenga secretos con la Naturaleza. Le exige que se considere como la Naturaleza estudiada por la naturaleza, que quiera respetar de buen grado la línea de demarcación que separa la Naturaleza del Sabio.

    Pero aquel que asistió al Creador en sus últimos momentos, que vio los miembros divinos ser presa de los gusanos, que se sintió como el sufrimiento póstumo de Dios, y que al amortajar a Dios perdió el mundo, no debe rendir cuentas a la Sociedad, no conoce ya línea de demarcación entre la Naturaleza y él mismo. Franquea esta línea y, desesperándose por crear alguna vez, se metamorfosea de Sabio que era en Naturaleza sabia; y si mantiene los afueras afables, graves y apacibles de un profesor, no es más que un último vestigio de pudor y de modestia verdaderamente exagerada, no es más que una consideración excesiva para su madre, su hermana y sus contemporáneos.




[1] Icoglans en el original. El término, de origen turco (itch-oghlân), significa “niño del interior del serrallo”. Muchas veces se trataba de niños de origen cristiano que constituían la guardia personal del sultán. Se los educaba, precisamente en casas de estudios especiales. [N. de laT.]
[2]  Damiens, Mandrin y Cartouche fueron tres ajusticiados cuyas hazañas o muertes permanecieron en la memoria popular francesa. La ejecución del primero es el impactante suplicio que abre el libro de Michel Foucault Vigilar y castigar, Damiens había atentado contra el rey Luis XV golpeándolo con una vara, no para matarlo sino para “darle una lección”. Fue ejecutado en 1757. Mandrin, contrabandista, padeció torturas similares en 1755 y tuvo una horrible muerte pública; su ingenio para el contrabando y las circunstancias de su apresamiento fueron letra de varias canciones de la época. Cartouche fue inmortalizado como un ladrón de ricos que defendía la soberanía del pueblo a través de una justicia distributiva y se convirtió en uno de los bandoleros más famosos de Francia. Había encontrado ocasión de sus negocios en la corrupción de la Regencia. Fue ajusticiado en 1721. [N. de laT.]

sábado, 8 de septiembre de 2012

REGINA SILVEIRA: EXCESO, EXTRAÑEZA Y MAGIA

Regina Silveira: Exceso, extrañeza y magia
Por: Andrés Ramírez




I

Regina Silveira, nació en Porto Alegre, en 1939, es artista plástica y profesora de importantes universidades de Brasil. Fue alumna de Iberê Bassani de Camargo, polémico pintor y también profesor brasilero.



 

Tras su periodo académico, en donde se dedicó a la pintura y al grabado, Regina Silveira se interesó por el arte conceptual durante la década del 60, para luego trabajar en ilusiones y perspectivas con fotografía y vídeo-arte, convirtiéndose en una de las primeras artistas en utilizar equipos multimedia en Brasil durante los años 70. Posteriormente, realizaría una amplia gama de diseños abriendo con ello los horizontes de su proyecto artístico; finalmente en los años noventa, es cuando su obra emprende un recorrido internacional a través de una serie importante de exposiciones colectivas; sus más recientes exposiciones individuales son: Lumen, Palacio de Cristal, en el Museo Reina Sofia, Madrid (2005), Sombra Luminosa, en el Museo de Arte Banco de la República, Bogotá (2007), Ficções, en el Museo Vale do Rio Doce, Vila Velha, ES Brazil (2007), Tropel Reversed en Køge Art Museum, Dinamarca (2009), Linha de Sombra, en el Centro Cultural Banco do Brasil, Rio de Janeiro (2009), Abyssal, na Atlas Sztuki en Lodz, Polonia (2010), 1001 Dias e Outros Enigmas, en la fundación Iberê Camargo, Porto Alegre, Brasil (2011), Limits, en Rubin Center for the Visual Arts, UT El Paso, USA (2011) e In Absentia (Collection) en The Aldrich Contemporary Art Museum, Ridgefield, Co., USA (2012). Ha ganado numerosos premios y becas.

Actualmente es una de las artistas contemporáneas brasileras más representativas.





II

La propia artista reconoce que es a partir de los 90 que su obra se intensifica, no obstante, ello no se debe únicamente a los beneficios económicos recibidos durante esta época, sino más bien a la progresiva y creciente apertura creativa que tendría lugar, a partir de allí, a lo largo de su obra.


Regina Silveira manifiesta un interés por la creación grafica digital y por la intervención arquitectónica en donde se destaca el uso frecuente de adhesivos en sus intervenciones de espacios, tanto abiertos como cerrados, y medios de proyección a gran escala, para realizar una reflexión sobre la luz, la sombra, y las huellas, esto es, sobre la distorsión y el extrañamiento, propio de la experiencia de la devastación del sujeto; esto se realiza a través de un constante juego con la percepción visual y con la concepción lógica y trivial de los objetos, tal como se presenta en sus porcelanas atiborradas de insectos enormes y en los adhesivos como manchas y sombras sobre ventanas y muros, entre otros. En todos los casos Regina Silveira logra una correspondencia con determinados espacios arquitectónicos mágica, que en su exceso, constituye, justamente, una experiencia de extrañeza que lleva el sujeto a la ruina, pues su aparataje de comprensión del mundo se ve rebasado por la configuración misma de la obra. En este caso se trata igualmente de una experiencia trágica, en donde el sujeto estable se viene abajo, pero no por ello necesariamente se trata de una caída horrible, sino más bien de una agradable, en donde se da paso al asombro que porta lo improbable. En efecto, experimentar el exceso, el extrañamiento y la magia que entraña cada una de las obras de Regina es entrar en otra cosa que ya no puede ser y, sin embargo, es. Allí en el juego de luces y sombras, en la magnitud de sus intervenciones y proyección, como en su obra plástica, se propicia una configuración del espacio y de los objetos tal que quien experimenta es participe de una ruptura que, a fin de cuentas, es la que hace posible la obra.



En suma, la obra de Regina Silveira es un claro ejemplo de los alcances del arte contemporáneo.

Aquí les compartimos algunas imágenes más de su obra:





















Web oficial: http://reginasilveira.com/#
Entrevista:http://www.youtube.com/watch?v=Rt0LnO7kUZ4

sábado, 25 de agosto de 2012

FELICIDAD CLANDESTINA

Clarice Lispector

Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía eramos chatas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería.
No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos.
Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como "fecha natalicio" y "recuerdos".
Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, altas, de cabello libre. Conmigo ejerció su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban.

Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como al pasar, me informó que tenía Las travesuras de Naricita, de Monteiro Lobato.
Era un libro gordo, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por la casa de ella me lo prestaría.

Hasta el día siguiente, de alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, flotaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro.
Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija en la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por la calle a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, y no me caí una sola vez.
Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diabólico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Poco me imaginaba yo que más tarde, en el curso de la vida, el drama del "día siguiente" iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquélla.

Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin faltar ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras se ahondaban bajo mis ojos sorprendidos.
Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la madre. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos. Hubo una confusión silenciosa, entrecortado de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, madre buena, entendió al fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera querías leerlo!

Y lo peor para la mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos espiaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena, le ordenó a su hija:

-Vas a prestar ahora mismo ese libro.

Y a mí:

-Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras. ¿Entendido?

Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: "el tiempo que quieras" es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer.
¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Cogí el libro. No, no partí saltando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo.
Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si yo lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada.
A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo. No era más una niña con un libro: era una mujer con su amante.

FIN 

miércoles, 8 de agosto de 2012

LA INSENSATEZ DE LA DOCTRINA

De la doctrina a la insensatez hay una delgada línea. Ésta se presenta cuando el concepto, puro por demás, se vuelve y se transgrede en campos excluyentes e incluyentes, es decir, por un lado están los predicadores de géneros, propuestas y movimientos y, por el otro, están los detractores de las mismas. Es por ello que, aunque sea algo difícil de llevar a cabo, lo mejor es no encasillarse, no crear identidades, pues todas éstas se convierten casi en una religión o una doctrina casi divina que, más que abrir los ojos, se encarga de cegar al individuo y hacerlo uno más de la manada de corderos tras un mismo fin.


Sí, quizá sea arbitrario afirmar tal cosa, pero ¿qué no es arbitrario? ¿Dónde puede hablarse libremente de algo sin que eso implique netamente estar en el mismo círculo, es decir, donde el debate apunta siempre hacia el mismo lado? Pues arbitrariamente puede decirse que el debate se cierra en el momento mismo en que dos o más coinciden en una posición, pues allí habría acuerdo y éste se encargaría de dar más peso a la doctrina; es por esto último que existe la empatía entre amigos, siempre manadas reducidas, en las cuales cuando alguno está en contra o diverge con la mayoría empieza a ser excluido, aunque esto no es algo genérico o, quizá, la mayoría lo negará, pero si son sensatos como todo lo que se encargan de profesar, se darán cuenta que es así.


La delgada línea toma fuerza cuando el argumento se vuelve repetitivo, o siempre el mismo sustento, algo así como desayunar todos los días con cereal, algo aburrido. Cuando pierde valor y, lo más relevante, cuando se vuelve tan excluyente, discriminatorio e insolente, esto es, cuando la intención no se vuelve más que estar dejando al que diverge por el piso. La cuestión es simple, está desde el mismo personaje que hace un comentario en un blog o página sobre ciertos temas y su argumento o justificación no es más que insultos o alusiones a las personas que escriben el artículo, como “imbéciles” o “gomelitos” o “mentes vacías”; estos que critican de esa manera deberían darse cuenta que esos términos que utilizan se encasillan más en lo que hacen, como escorias de la red, y por eso su insensatez es tal que simplemente lo hacen por “joderle” la vida a alguien que se expresa argumentadamente y con una buena intención, ese sería un vivo ejemplo.


También, y este texto no se trata de señalar ni de convertirse en un “contra la pared” de todas las cosas, se presenta tal insensatez en el arte, en el encasillamiento, en la reducción a una sola cosa, es decir, que porque a éste o a aquel le guste la poesía romántica –diferente a la de amor- entonces a mí o a ti no te debe gustar o tiene que gustarme; o porque a este grupo “X” le guste la literatura inglesa del siglo XVIII y XIX entonces a este grupo, por solamente llevar la contraria, le guste la poesía francesa del siglo XVIII y XIX, cosas totalmente diferentes; entonces, y siendo más reduccionistas acá también, todo movimiento empezó por un gusto individual que, por el devenir de la vida y el paso del tiempo, se convirtió en algo colectivo, un espacio en el cual la coincidencia y el libre juego del azar se encargó de unir y crear un concepto alrededor de… pero, y ahí está el detalle oscuro del asunto, cuando esas apreciaciones se volvieron radicalismo extremo, cosa que se ve más en la música, pero de lo cual ya se ha escrito demasiado, y, por ello, a pesar de que la mayoría habla de una inclusión y un pluralismo, se encerraron tanto que su gran definición conceptual y ‘final’ se fue esfumando poco a poco para convertirse en movimiento autocráticos, violentos, con fines políticos (aunque a esos son los que se ha llamado intelectuales); otro punto relevante en este aspecto, se presenta cuando hay tanta subdivisión de todo, pues, si bien existen los géneros o la base de algo, siempre ésta genera más división y entra en juego la ramificación, la constante creación de conceptos, que no es más que la manifestación de que no hay una verdad absoluta sino muchas verdades, cada uno con su verdad, por esa razón no puede reducirse todo a una sola cosa ni una sola cosa a Todo, ya que, se caería en el mismo devenir doctrina que ha instaurado el mundo con el paso del tiempo.


La música son cantos de guerra, la poesía cantos de guerra, la literatura cantos de guerra, la vida es una guerra, nosotros somos los guerreros, pero malos guerreros [y olvidemos concepciones moralistas del asunto]. Guerreros que simplemente están en busca de refugio, que tratan de crear una identidad a partir de algo –craso error- y por ello tomarla como la verdad de la vida nuestra. Como si no se pudiera escuchar rock, indie, noise, punk, neopunk, metal, hard rock, postpunk, etc., al mismo tiempo y sentir atracción por ellos sin encasillarse netamente en uno, ni elevar cualquiera de ellos a lo máximo, pero tampoco reducir alguno a lo peor. Es así como la doctrina se encarga de ser más destructiva que constructiva pues, aunque no se trata esto de generar un único juicio, cuando las cosas se reducen a una sola forma el asombro y la experimentación pierden su encanto y se vuelven casi como un santo que está en una iglesia –un cd, cassette o archivo digital- o una academia que se encarga de enseñar solo un tipo de cosas –las facultades, grupo de amigos o tribus urbanas- así, y sin ser tan despectivo, tanta rama solo hace que el árbol sea más frondoso, más difícil de descifrar y de reducir a una sola cosa; es por ello que la doctrina hace al hombre insensato, somos insensatos, este escrito es una insensatez.


escrito originalmente en tendenciagarage.com

martes, 31 de julio de 2012

LA MÁSCARA


La Máscara[1]
Georges Bataille

    Entre los enigmas propuestos a cada uno de nosotros por una corta vida, la que tiene a la presencia algunas máscaras ésta puede ser la más cargada de confusión y de sentido. Nada es humano en el universo ininteligible fuera de las caras desnudas que son las únicas ventanas abiertas en un caos de apariencias extrañas u hostiles. El hombre no sale de la insoportable soledad más que en el momento en que la cara de uno de sus parecidos emerge del vacío de todo lo demás. Pero la máscara lo devuelve a una soledad más temible: pues su presencia significa que incluso eso que habitualmente tranquiliza está de repente cargado de una obscura voluntad de terror cuando lo que es humano es enmascarado, no hay más nada presente que la animalidad y la muerte.

    La mascarada puede reducirse a la comedia que los hombres se juegan. Eso significa que la reflexión y el hábito hacen perder a las máscaras el poder de "terror nocturno" que les había pertenecido en primer lugar. Sin embargo, esa degradación nunca es tal como el antiguo terror no sea más representable. Para cada uno de entre nosotros, bajo una forma pueril, el sentido terrorífico de una máscara esta todavía vivo en una región obscura de la conciencia. Es natural que ese sentido se pierda a medida que el desarrollo de la inteligencia humaniza el mundo al devolver sus formas previsibles. Pero el sombrío caos que compone el anticuado fondo de las representaciones infantiles no es una representación más digna de desprecio que el universo civilizado de los libros. Ahora bien, la máscara posee aún la fuerza de aparecer en el umbral de ese mundo claro y tranquilizador del aburrimiento como una obscura encarnación del caos[2].

     Si ahora tomo el partido de representarme a mí mismo la máscara dejándome ir hasta mi ingenuidad pueril —eso que no hago por fingimiento sino con fuerza y sostenido por un sentimiento de profunda exaltación— debo reconocer en esa presencia mucho más que la simple hostilidad del caos. Pues LA MÁSCARA ES EL CAOS VUELTO CARNE. Está presente ante mí como un semejante y es semejante, que me mira fijamente, ha tomado en él la figura de mi propia muerte: por esa presencia el caos no es más que la naturaleza extraña en el hombre, pero el hombre mismo animando su dolor y su alegría eso que destruye el hombre, el hombre precipitado en la posesión de ese caos que es su aniquilamiento y su podredumbre, el hombre poseído por un demonio, encarnando la intención que la naturaleza ha de hacerle morir y podrir. Lo que sin cesar está comunicado frente a frente es a la vida humana tan precioso, tan tranquilizador como la luz. Cuando la comunicación ha roto con el hecho de una decisión brutal cuando el rostro ha vuelto por la máscara a la noche el hombre no es más que naturaleza hostil en el hombre y la naturaleza hostil es completamente amada de la pasión hipócrita del hombre enmascarado.

    Ninguna representación es más contraria a la de la ciencia. Cuando la ciencia hace de cada apariencia posible una realidad conforme a la razón del hombre, la máscara no confunde menos resueltamente el mundo y el hombre viviente, pero hace de la presencia en el mundo de un hombre una expresión de la naturaleza salvaje al mismo tiempo que ama las esferas del cielo y de la tierra de una vida sufriente o felizmente cruel. La máscara en verdad diviniza antes que humanice el mundo. Pues la presencia que introduce no es más la presencia tranquilizante del sabio: una fuerza divina sale de las profundidades de la animalidad natural es manifiesta cuando surge. Las normas y las reglas, las leyes de la vida social o de la naturaleza no someten ni a la máscara ni al dios[3]. La violencia, la animalidad y la "asocialidad" de esas figuras sagradas están marcadas también fuertemente como la bondad o el carácter intelectual y social de un Dios solidario de la moralidad y de la razón. Pero la salvaje destrucción de la normalidad humana —que pertenece propiamente a la naturaleza divina— es revelada por el animal y por la máscara, ella es violada en la imagen venerable a la cual el desprecio de Pascal daba el nombre de "Dios de los filósofos".

     Lo que está comunicado en el acuerdo de los rostros abiertos es la estabilidad tranquilizante del orden instaurado en la clara superficie del suelo entre los hombres. Pero cuando el rostro se cierra y se cobre con una máscara, no hay más estabilidad ni suelo. La máscara comunica la incertidumbre y la amenaza de cambios súbitos, imprevisibles y tan imposibles de soportar como la muerte. Su irrupción libera lo que se le ha encadenado para mantenerle en la estabilidad y en el orden. Si se quiere representar rigurosamente esa oposición mortal de la noche y del día, hace falta de los elementos que la ciencia considera. Se trata siempre de resultados que pueden ser previstos y repetidos sin fin: adquieren por ahí el carácter de una sustancia y cesan de desprenderse del tiempo. Siempre es posible recomenzar la caída de un cuerpo de predecir la aceleración. Es imposible, al contrario, inscribir fuera del tiempo un cambio tal como la muerte que tiene lugar de una vez para siempre. La caída de los cuerpos tiene el carácter de la eternidad, o puede por lo menos pretender tenerlo; la muerte de tal ser expone, al contrario, el carácter del tiempo, del cual cada momento vuelve a tirar a la nada aquello que la ha precedido. El tiempo no destruye la caída de los cuerpos que le mantiene extraño; pero destruye los seres mortales que están en su posesión. Ahora bien, la cara abierta y "comunicativa" hace pasar de un hombre a otro esa conciencia que la vida humana está en el orden social tan sustancial, tan verdadero como la caída eterna de los cuerpos sólidos: es así la cara del homo sapiens en la posesión suficiente de su ciencia. Pero una máscara basta para volver a tirar ese homo sapiens en un mundo del cual no sabe nada porque tiene la naturaleza del tiempo y de sus cambios violentos e imprevisibles. El tiempo hace entrar el eterno anciano en el caos sin cesar renaciente de su noche. Se encarna en el hombre amante, joven y enmascarado. La vida torrencial reenvía el homo sapiens a la banalidad de los tratado escolares: el homo tragicus obra con severidad solo en el ruido de aniquilamiento y de mortal destrucción de una historia de la cual nada es sabido más que un pasado siempre sepultado, siempre vano, solo es conocible.

     En la medida en que es conciente, la vida es más interrogación que respuesta. ¿Qué es la naturaleza? ¿el mundo? y ¿qué es el tiempo, qué los protege en su precipitación inapacible? Y ¿qué es pues él mismo, ese hombre que su propia vida interroga? Las afirmaciones que los sucesivos siglos han dado respuesta se han acumulado y construido y su vano trabajo ha hecho, desde hace mucho tiempo, desaparecer la antigua forma del enigma[4], aún vivo perseguidor de sus andares de hombre ebrio: la insolencia cargada de la máscara ha dejado el lugar al tranquilo escepticismo. El vacío hundido sucede a la encarnación de la embriaguez salvaje cumpliendo el destino trágico del hombre. Las representaciones pueriles hacen de cada forma nocturna un espejo horroroso de ese insoluble enigma que el ser mortal ha vuelto él mismo: pero la sabiduría aleja de los ilusorios juegos de la noche —para sustituirles las convenciones del día en el claro rostro. Feliz solamente aquel que, bajo el pleno sol, reencuentra ese punto íntimo de oscuridad total a partir del cual se eleva de nuevo una gran tormenta. Feliz aquel que el saco de las caras vacías y satisfechas decide a cubrirse él mismo con una máscara: reencontrará la primera embriaguez tormentosa de todo lo que danza a muerte sobre la catarata del tiempo. Percibirá que las repuestas no eran como huesos roídos tirados a los perros más que las formulas propias a mantener el esclavo sosegado del trabajo. Su alegría renacerá entonces de los terrores nocturnos de su infancia, pues la necesidad de la noche en que zozobrará no le embriagará menos profundamente que un deseo de desnudez.

 'Le Masque', de Georges Bataille. Traducción hecha por Gerardo Córdoba, filósofo de la Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.



[1] Traducción de Gerardo Córdoba O.
[2] Al margen: no solamente caos hostil en el hombre sino hombre-caos.
[3] Al margen: supresión de normas y de reglas. Es la interrupción de la comunicación humana.
[4] el enigma viviente, amado por un curso rápido: la insolencia