miércoles, 23 de marzo de 2011

Umberto Boccioni


Umberto Boccioni (Regio de Calabria, 19 de octubre de 1882 - Sorte, Veronaa, 17 de agosto de 1916) fue un pintor y escultor italiano, teórico y principal exponente del movimiento futurista.
Se inició en el divisionismo de la mano de Giacomo Balla. Después de pasar algún tiempo en París, Rusia, Padua y Venecia, se instaló definitivamente en Milán y se interesó por todo lo referente a la sociedad industrial moderna.


Influido por el simbolismo y por el expresionismo de Munch, y tras varios encuentros con Marinetti, Carrà y Russolo, la obra de Boccioni se desarrolló a partir de 1910 alrededor de dos conceptos clave: dinamismo y simultaneidad. Entre sus obras cabe destacar La ciudad que surge (1910) y La calle ante la casa (1911), pinturas que, aun siendo formalmente distintas, hacen referencia al mismo tema, la ciudad, que para los futuristas simbolizaba la modernidad, el movimiento y la velocidad.


En cuanto a su actividad escultórica, que desarrolló paralelamente a la pictórica, fue pionero en el uso de nuevos materiales, como el cristal, el cemento o el hierro, así como en el aprovechamiento de la luz eléctrica. Falleció en Sorte (Verona) el 16 de agosto de 1916, durante la guerra europea (en la que se había alistado como voluntario), a causa de una caída de caballo.

Notable teórico además de pintor y escultor, Boccioni desarrolló conceptos clave para el desarrollo formal del futurismo como el de líneas-fuerza, simultaneidad, compenetración de planos y expansión de los cuerpos en la superficie. Conceptos todos ellos que reiteran una idea fundamental: la reciprocidad de relaciones entre los objetos y entre éstos y el ambiente que los circunda.

Pinturas como las ya citadas La ciudad que surge y La calle ante la casa son encarnaciones de un mismo tema: la ciudad como síntesis de un movimiento vibrante y luminoso. En ambas, el dinamismo está generado por una red de líneas de fuerza que estructuran la composición. La primera está conformada por una tupida red de pinceladas enérgicas, cuyos cambios direccionales enfatizan la sensación dinámica del conjunto. La segunda, sin embargo, es una asimilación de las formas y el espacio a la fragmentación del cubismo analítico. Y es que para el futurismo, el tema es mucho más importante que la forma.

OBRAS de Umberto Boccioni
































































ETICA, ARMONIA Y MIEDO: A proposito de la monografia LA PRESENCIA DE HERÁCLITO EN HEGEL Y HÖLDERLIN de Gerardo Cordoba

Creo saber de qué trata la monografía de Gerardo Córdoba, supone rastrear un proceso hermenéutico acerca de un antiguo pensador, ya casi mítico: Heráclito. No sé mucho propiamente sobre Heráclito, al parecer escribió algo como en forma de sentencias que algunos llaman fragmentos y que algunos se aventuran a transcribir y a comentar, con el fin de comprender algo respecto al modo de vivir en cada época, es decir, con el objeto de pensar lo que en cada caso compete. Dos de estos que iniciaron dicha aventura fueron Hegel y Hölderlin, no tengo más que nociones vagas sobre Hegel y Hölderlin, sé que Gerardo los escogió para decir algo, algo que se supone vale la pena ser dicho, es decir, que vale la pena al menos que alguien intente comprender.
En efecto, me hace un privilegiado el hecho de que él haya compartido conmigo ese tartamudeo repetitivo -su monografía- que solo deja una idea clara: la unidad es la diferencia, lo cual de fondo no es más que una ética, una exquisita ética de la pasividad sería preciso decir, donde uno vaya por la calle sin que otra cosa lo mate o lo deje en una condición peor a la del muerto, acaso vivo adolorido y sin esperanza.
La monografía de Gerardo toma referencias para decir lo que cualquier persona puede entender, esto es, que es mejor meterse solamente con las personas y las cosas que lo abrigan a uno, y en esa medida el propio existir -el de cada uno en cada caso- sería como si uno solo estuviera cumpliendo el papel que debiera cumplir sin renegar de él, cumplimiento que uno sigue sin saber y que, aún así, antecede implacablemente cada respiro, cada pestañeo, cada relación; creo que Gerardo despliega en su texto una preocupación que a uno le asalta cuando está solo -preocupación esencial-, esa preocupación por la fragilidad de esto que se es, por ese vértigo que implica estar vivo y tener que moverse y tener que relacionarse con lo otro -incluido lo otro de sí mismo- intentando salir lo más ileso posible, intentando que este cuerpo no se enloquezca y se empiece a dar golpes contra un muro violentamente hasta la inconsciencia, para después tenerse que levantar otra vez muy adolorido en una camilla de un hospital. Lo que quiero decir en una palabra es que la esencial preocupación que creo entrever en lo desarrollado por Gerardo es la del miedo a morir (acción) y a la muerte (acontecimiento), ya que es dicho miedo el que plantea un viraje completo en el modo de vivir, es decir, de relacionarse con lo otro -y lo otro de sí-, ahí en este miedo es que creo que converjo con él, y debido a eso en el deseo de que uno pueda morir decentemente, vivir decentemente, en el aparentemente sencillo deseo de tratarse suave con el mundo hasta donde sea posible de tal suerte que ni a nosotros ni a nadie nos toque el sufrimiento y la miseria, la pena y el olvido.
Lo que se quiere es que esto perdure, que después de nosotros vengan otros a hacer lo que nosotros hacemos con los anteriores que intentaron decir algo a partir de algo para comprender e intentar estar en armónica diferencia con todo, en unidad tranquilamente dinámica ¿pero cómo hacer para que esto cale, no en nosotros que ya estamos medio amansados por el miedo, sino para con quienes no lo tienen y atropellan sin más como trenes macizos, cómo hablarías con un perro para armonizar un acceso de salvajismo, cómo soportarías la diferencia de lo que simplemente no es pasivo, y desgarra en su irretenible actividad violenta como la de un rayo, o la del agua, o la de tu propio cuerpo, o la de tus costumbres y vicios? Esta preocupación básica es la que apremia al que reconoce el milagro de estar vivo, al que reconoce lo sagrado fasto y nefasto que compone la vida sin lugar a dudas, y a causa de dicho reconocimiento prefiere la menor violencia posible como si con ello comprendiera que cualquier movimiento puede ser en falso, cosa que evidentemente comprendo porque me sucede, y a partir de la cual reconozco que lo único que queda para continuar reafirmando esto de estar vivo, pese a todo, es la fe. En síntesis, lo que me muestra la monografía de Gerardo, además de ser un tedioso protocolo académico, es que hay otras personas con miedo como yo, de ninguna manera quiere decir esto que conozco algo de Gerardo, a quien considero un amigo, sino que lo que me une a él es compartir el miedo, la pasividad, la fragilidad y el deseo de vivir tranquilo que creo ver en su trabajo monográfico. Así pues, de mi parte escribo esto de la misma manera como se ora, pidiendo a Dios por nosotros.

Andrés Ramírez, Rionegro, 20 de Marzo del 2011