jueves, 9 de mayo de 2013

ÁNDERSON BOLÍVAR [DE LA SUPERACIÓN DE SÍ MISMO (TRAD.)] ANIVERSARIO 4 AÑOS

DE LA SUPERACIÓN DE SÍ MISMO
Traducción realizada por: Ánderson Bolívar.


¿“Voluntad de verdad” llamáis vosotros, los más sabios, a lo que os impulsa y os pone en celo?
Voluntad de volver pensable todo lo que es: ¡así llamo yoa vuestra voluntad!
Primero queréis hacer pensable todo lo que es: pues vosotros dudáis, con buena desconfianza, si ya es pensable.
¡Pero debe someterse y doblarse a vosotros! Así lo quiere vuestra voluntad. Debe llegar a ser liso y subordinarse al espíritu como su espejo y contra imagen.
Esa es vuestra voluntad entera, vosotros los más sabios, como una voluntad de poder; y aun cuando vosotros habléis del bien y del mal y de las estimaciones de valor.
Vosotros queréis crear todavía el mundo ante el que podáis arrodillaros: así es vuestra última esperanza y vuestra última ebriedad.
Los no sabios, ciertamente, el pueblo, — son igual al río sobre el que flota continuamente una barca: y en la barca se sientan solemnes y encubiertas las estimaciones de valor.

Vuestra voluntad y vuestros valores los asentasteis sobre el río del devenir; lo que es creído por el pueblo como bueno y como malvado me revela una antigua voluntad de poder.
Fuisteis vosotros, los más sabios, los que asentasteis tales huéspedes en esa barca y les disteis pompa y orgullosos nombres, — ¡vosotros y vuestra voluntad dominadora!

Ahora el río resiste continuamente vuestra barca: tiene que resistirla. ¡Poco importa si la ola rota espumea y, colérica, contradice a la quilla!

No es el río vuestro peligro y el final de vuestro bien y vuestro mal, vosotros los más sabios: sino aquella voluntad misma, la voluntad de poder, — la inexhausta y engendrable voluntad de vida.

Pero a fin de que vosotros entendáis mi palabra del bien y del mal: para esto quiero yo deciros todavía mi palabra acerca de la vida y de la índole de todo lo viviente.

Yo seguí a lo viviente y recorrí los caminos más grandes y los más pequeños, a fin de conocer su índole.

Con centuplicado espejo descubrí todavía su mirada, cuando había cerrado la boca: para que su ojo me hablase. Y su ojo me habló.

Pero solo donde encontré seres vivientes, ahí también oí el discurso de la obediencia. Todo lo viviente es obediente.

Y esto es lo segundo: es mandado aquel que no puede obedecerse a sí mismo. Así es la índole de lo viviente.

Pero esto es lo tercero que oí: que mandar es más difícil que obedecer. Y no solo que el que manda resiste la carga de todos lo que obedecen, y esa carga fácilmente le aplasta: —

Un ensayo y un riesgo advertí en todo mandar; y siempre que el ser vivo manda se arriesga a sí mismo en ello.

Sí, todavía cuando se manda a sí mismo: también ahí tiene que expiar incluso su mandar. Tiene que llegar a ser juez y vengador y víctima de su propia ley.

¡Cómo sucede esto! así me preguntaba. ¿Qué persuade a lo viviente, que obedece y manda y ejerce obediencia incluso mandando?

¡Escuchad ahora mi palabra, vosotros los más sabios! ¡Examinad seriamente si yo me deslicé hasta el corazón de la vida misma y hasta las raíces de su corazón!

Donde encontré seres vivientes, ahí encontré voluntad de poder; e incluso en la voluntad del que sirve encontré la voluntad de ser señor.

Que lo más débil sirva a lo más fuerte, a esto persuádele su voluntad, la cual quiere ser señora de lo que es más débil todavía: a ese solo placer no le gusta renunciar.

Y como lo más pequeño se entrega a lo más grande para disfrutar de placer y poder sobre lo mínimo: así también lo máximo se entrega y en consideración al poder — pone la vida en ello.

Esta es la entrega de lo máximo, que es riesgo y peligro y un juego de dados en torno a la muerte.

Y donde hay inmolación y servicios y miradas de amor: ahí también hay voluntad de ser señor. Por caminos secretos se desliza secretamente lo más débil hasta el castillo y hasta el corazón del más fuerte — y ahí roba poder.

Y este misterio me dijo la vida misma. “Mira, habló, yo soy lo que tiene que superarse siempre a sí mismo.

Ciertamente vosotros llamáis a ello voluntad de engendrar o impulso de finalidad, de algo más alto, más lejano, más vario: pero todo eso es algo Único y Un misterio.

Preferiblemente hundirme en mi ocaso que renunciar a eso Único; y verdaderamente, donde hay ocaso y caer de hojas, mira, ahí la vida se inmola — ¡por poder!

Que yo tengo que ser lucha y devenir y finalidad y contradicción de las finalidades: ¡ay, quien adivina mi voluntad, adivina sin duda por qué caminos sinuosos tiene ella que ir!

Lo que sea que yo cree y también como le ame, — pronto tengo que ser su adversario y de mi amor: así lo quiere mi voluntad.

Y también tú, cognoscente, eres solo un sendero y una huella de mi voluntad: ¡verdaderamente, mi voluntad de poder camina también con los pies de tu voluntad de verdad!

Ciertamente no dio en el blanco de la verdad quien disparó hacia ella la frase de la “voluntad de existir”: esa voluntad — ¡no la hay!

Pues: lo que no es, eso no puede querer; pero lo que está en la existencia, ¡cómo podría querer todavía la existencia!
Solo donde hay vida, ahí también hay voluntad: pero no voluntad de vida, sino — así te lo enseño yo — ¡voluntad de poder!

Mucho es estimado por el viviente en más alto grado que la vida misma; mas en el apreciar mismo habla — ¡la voluntad de poder!” —

Así me enseñó antaño la vida: y con ello yo os resuelvo, a vosotros los más sabios, incluso el enigma de vuestro corazón.

Verdaderamente, yo os digo: un bien y un mal que fuesen imperecederos — ¡no los hay! A partir de sí mismos una y otra vez tienen que superarse a sí mismos.

Con vuestros valores y vuestras palabras de bien y mal ejercéis violencia, vosotros los estimadores de valor: y este es vuestro amor oculto y resplandor, titileo y desbordamiento de vuestra alma.

Pero una violencia más fuerte emerge de vuestros valores y una nueva superación: al contacto con ella se quiebran huevo y cáscara de huevo.

Y quien tiene que ser un creador en el bien y en el mal: verdaderamente, ese tiene que ser primero un aniquilador y quebrar valores.

Así el supremo mal pertenece a la suprema bondad: pero esta es la bondad creadora. —

Hablemos de ello, vosotros los más sabios, si igualmente es malo. Callar es peor; todas las verdades reticentes llegan a ser venenosas.


¡Y que pueda quebrarse, todo lo que al contacto con nuestras verdades — pueda quebrarse! ¡Hay algunas casas que edificar todavía!

Así habló Zarathustra.


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